Alta Gerencia

Del dicho al hecho

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Rodrigo Ferro Ruiz

Ahora bien, si vamos a los hechos, empezamos a encontrar serias contradicciones. Es lo que popularmente se conoce como “del dicho al hecho”. No ocurre sólo en nuestros mercados latinoamericanos pero de ellos nos ocuparemos hoy.

Sin entrar mucho en razones antropológicas de por qué el gerente promedio dice algo como “la gente es lo más importante” pero en el papel no se cumple, vale mencionar que las actitudes y comportamientos son también heredados de una larga historia de prevalencia del más fuerte y las organizaciones empresariales son una muestra de ello porque continúan siendo jerárquicas. Algunas se han aplanado en el papel pero no siempre en la práctica. Otras, pocas, logran hacerlo en la vida real.

Los tres aspectos fundamentales de la gestión del recurso humano, efectivamente muy valioso, son la atracción del talento, su entrenamiento y la retención del mismo. Estas son hoy las grandes preocupaciones de las áreas de recursos humanos y deberían serlo también de las gerencias generales porque el mundo de nuestros padres y nosotros mismos, ese mundo de “cuidar el trabajito”, es cada vez más escaso.

La gestión del talento humano no es un asunto del área respectiva. Es un asunto estratégico. Basta mirar lo que ocurre con líderes globales y dar una rápida pasada a cuáles son las máximas más compartidas en redes sociales. La gente, el común denominador, valora mucho que el “jefe” (supremo) esté comprometido con ellos (“su gente”) y lo demuestre con hechos. Ahí empieza la contradicción.

Ya perdí la cuenta de cuántas empresas he conocido en las que el Gerente -algunas veces el dueño- dice, con orgullo, “aquí somos una gran familia”. Por curiosidad siempre procuro preguntar a distintos empleados lo que eso significa para ellos en materia cotidiana y generalmente me encuentro con que, lamentablemente, el gerente no tiene idea de qué tipo de familia tiene, si es que tiene una allí en su empresa.

Es una equivocación permanente creer que las empresas deben formarse para ser “grandes familias”. Seguramente la acepción de familia con aquellos seres cercanos a quienes se estima, se defiende, se educa, tenga algo que ver. Pero en la realidad las empresas están hechas para hacer dinero y todos sabemos que uno no siempre hace dinero con la familia.

El error parte de un olvido común. Las empresas se fundan para hacer dinero, sí, pero al mismo tiempo con una misión. Es lo que los gurús de hoy llaman “propósito superior” y por lo que algunas empresas pagan millones: entender para qué existen hoy. Si en su empresa no está claro para qué existe la compañía, imagínese cómo estarán sus empleados de perdidos. Sencillo: trabajan por la paga.

Fácil. ¿No? Resulta que no. Una vez usted tiene el propósito viene la tarea titánica de alinear a su equipo de colaboradores. Es lo que se conoce como alineación estratégica y no es un asunto de un seminario en Paipa durante un fin de semana al año, sino un trabajo permanente que requiere de toda su sabiduría estratégica, el trabajo de su equipo de recursos humanos y, un detallito, algo de presupuesto, porque la gente no se alinea mágicamente con su propósito a menos que usted empatice con ellos y les muestre por qué deberían hacerlo (además del sueldo).