Alta Gerencia

La mujer: CEO de los valores corporativos y familiares

Pablo Agustín Londoño

En este sentido sin embargo, y a pesar del gran número de autores dedicados al tema, poco había leído alrededor del rol de la mujer como eje central de la definición de la estructura de valores empresariales, tema que por supuesto ya era obvio, al menos en nuestra cultura matriarcal frente a  los valores del hogar, pero que parece cobrar cada vez mayor relevancia  en las empresas, sobre todo en las  familiares en donde la mujer, generalmente tras bambalinas, es simplemente, determinante.

La razón para esto es que  usualmente, son las madres las que establecen el tono de las relaciones familiares. Son ellas las encargadas de promover la igualdad, empatía y cooperación entre los miembros de la siguiente generación. Definen la estructura en la cual el equipo de hermanos funciona. Establecen las normas, y dan un marco de claridad a lo que en su familia está bien y está mal, valores que por supuesto se trasladan al ámbito de la empresa familiar. Es tan claro su rol que muchas veces, cuando la madre muere,  aparecen comúnmente las rivalidades que destruyen el negocio (Ver estudios de John Ward de Kellogg).

Aunque los roles en generaciones nuevas han cambiado y las mujeres tienen carreras ejecutivas con el mismo o más éxito que sus pares del otro sexo, su influencia sigue creciendo, ejerciendo como los arquitectos en jefe de los sueños de las dinastías familiares. Ellas son las que construyen los valores fundamentales y muchas veces las aspiraciones de carrera de sus hijos. Ellas moldean las expectativas del tipo de vida y las actitudes básicas hacia el trabajo y hacia la riqueza. Ellas generan cohesión y equilibrio en entornos en donde pareciera los hombres estamos sin duda menos dotados.

Es la mujer igualmente la que influye en muchos casos la edad de retiro de su marido y por lo tanto la que inicia  o estimula el plan de sucesión. Así no tengan un rol formal en la compañía, pueden delinear las percepciones sobre las competencias de sus hijos definiendo los criterios y parámetros de justicia sobre los cuales se define el orden de sucesión. Finalmente, la común supervivencia a sus maridos, las convierte frecuentemente en accionistas mayoritarios con el voto suficiente para determinar el futuro líder de la organización.

En un país como el nuestro en donde la crisis de valores es dramática, y en donde seguimos viendo enorme desigualdad de género en el número de líderes rigiendo los destinos de las grandes empresas, vamos a tener que empezar a revisar a fondo no sólo el reconocimiento, sino sobre todo  el espacio que se le da a la mujer como líder de las juntas directivas de las grandes empresas. El  apego de la mujer a valores superiores, y su capacidad para defenderlos, bien le haría a un mundo machista y con moral distraída, que pisotea con frecuencia valores centrales en donde los hombres no tenemos, desafortunadamente, el mejor récord.