Al rescate de la clase media
Se cuentan con los dedos de una mano los sectores que pueden decir que se han visto beneficiados o que por lo menos no han sufrido perjuicios durante esta pandemia. La crisis ha afectado a todos, pero se ha ensañado particularmente contra la clase media, esa que se está quedando desempleada, que ha visto cómo sus ahorros se esfuman rápidamente, ha perdido la posibilidad de acceder o permanecer en la educación superior por falta de recursos y que, además, no tiene, entre otros aspectos, capacidad de continuar cumpliendo sus compromisos financieros.
Aún no sabemos cuál será el saldo definitivo en materia de empleos perdidos; pero desde los primeros días del confinamiento se ha registrado un desbocado cierre de empresas -de todos los tamaños y naturalezas-. El emprendimiento privado es y debe seguir siendo el principal generador de puestos de trabajo en nuestra nación.
Rescatar a la clase media obliga a la implementación de todo tipo de medidas, tanto sociales como macroeconómicas. El Gobierno, por ejemplo, está en mora de diseñar y poner en marcha un programa de salvamento de las universidades privadas, centros que, a cambio de las ayudas que reciban, deberán bajar los precios de sus matrículas.
El motor de las economías no es la banca, sino la clase media, esa que trabaja y hace que las empresas de bienes y servicios marchen y funcionen. No podemos caer en la utopía de que de esta crisis que afecta a la clase media se saldrá a través de emprendimientos particulares. Las grandes empresas deben resucitar para lograr la recuperación de los empleos perdidos. Y aquellas que definitivamente no logren salir a flote tendrán que ser reemplazadas por nuevos proyectos de inversión.
Salvar a la clase media pasa, por supuesto, por la implementación de grandes alivios tributarios. Es evidente que el Estado debe recaudar para cumplir los compromisos que está adquiriendo para atender eficazmente los estragos de la enfermedad, aunque esto no puede convertirse en un cinturón que asfixie a las gentes que a duras penas cuentan con los medios para subsistir y que, como se ha visto, no han encontrado en el sector bancario una mano generosa que les ayuden a sobrepasar el mal momento.
Propongo, entonces, la implementación de medidas urgentes, mientras se regulariza la situación de empleo en nuestro país. Lo primero, que el Sena cree nuevos programas y amplíe su capacidad para atender -virtual o presencialmente- a un mayor número de estudiantes. Así mismo, que el Fondo Nacional del Ahorro acuda a la banca multilateral, con el propósito de buscar recursos que le permitan abrir líneas de crédito para el refinanciamiento de créditos hipotecarios. Igualmente, el Ministerio de Hacienda -tradicionalmente alcabalero- debe proceder a la eliminación de impuestos como el 4x1.000.
Otra propuesta que merecería ser evaluada es la de inyectar algún tipo de alivio o subsidio para el pago de la seguridad social de los particulares. Y, en cuanto a la atracción de nuevos capitales para el establecimiento de empresas, asunto al que me he referido en anteriores columnas, es urgente que se plantee una reestructuración tributaria de fondo sobre la que seguiré reflexionando en el futuro.