La respuesta es ¡si existen! Y deberíamos entender que en la sexualidad podemos ser tan sostenibles como en cualquier otro aspecto de nuestra vida. Es momento de empezar a hablar abiertamente y con sensatez de lo que se conoce en otros países como “ecosexo”, término que es bastante “reduccionista” dado que en la práctica debe ir más allá de lo ecológico, pero es un término válido socio culturalmente. El principal reto es eliminar los tabúes que existen alrededor del tema y aprender un poco más sobre el origen de lo que consumimos, pues todo puede ser sostenible, no solo desde lo ecológico sino también desde lo social y lo económico.
En el mundo del consumo de productos de bienestar sexual el panorama es igual de desalentador a los demás sectores. Los denominados juguetes eróticos muchas veces son producidos en economías que desafían la igualdad social, de género o edad, haciéndolos insostenibles socialmente. De la misma manera, los insumos que se usan para su producción atentan contra el medio ambiente además de la huella de carbono que generan.
Aclaro que no me enloquecí con este tema; soy una mujer de mercadeo, apasionada por el marketing de sostenibilidad, consumidora y madre en proceso permanente de aprendizaje que no se va al extremo, ni soy ambientalista, ni juzgo procesos ajenos. Mi misión es mostrar a las personas cómo mejorar sus prácticas de consumo y a las organizaciones que sí existen posibilidades de mejorar procesos para favorecer al planeta y la sociedad.
Por eso, lo primero que debo decir es que ecosexo no es hacer el amor en la hierba, andar desnudo y al natural por el campo, practicar sexo tántrico u otro tipo de creencias ancestrales e inexploradas por la mayoría de nosotros que usualmente hemos asociado con hippies, indígenas y seres de luz bastante especiales. Siendo muy terrenal y práctica en el ejemplo vuelvo al tema de los condones orgánicos, que ya existen.
En esta industria como en muchas otras, existe una fuerte presión por parte del consumidor, no solo del medio ambiente sino del origen de lo que consume, de los insumos, las prácticas de producción, sociales y la huella de carbono.
Un condón de látex convencional está compuesto por una serie de materiales que en principio atentan contra el medio ambiente, pues para su elaboración se requiere de grandes cantidades de agua, energía, tala de árboles (caucho), y si tenemos en cuenta que en nuestro país el consumo de este tipo de productos es muy elevado, Colombia es un país altamente contaminante.
No obstante, aquí no solo se trata de la cadena de insumos y las prácticas de producción. Es importante además, entender que la práctica del sexo en nuestro país sigue siendo un tabú tan arraigado que no somos conscientes de la manera que disponemos tal desecho una vez es usado, sea por creencias limitantes o porque simplemente no sabemos cómo funciona exactamente esto de la disposición final. La mayoría de estos van a dar a los ríos con las consecuencias que ya conocemos y además tarda mucho tiempo en degradarse. Todo esto da origen a un condón orgánico que se desecha en la caneca verde de los residuos orgánicos. Increíble, pero algo tan simple, con toda la lógica y apertura del mundo puede parecer una “insignificante” acción pero con la alta taza de consumo que hay en nuestro país de condones de látex, usar orgánicos puede darle la vuelta a la ecuación rápidamente y así comenzar a pensar a hablar de sexo sostenible.