Impresión a color: ¡No, gracias!
Hace poco una reconocida entidad financiera realizó una modificación en su logo cambiando sus colores corporativos por negro y blanco, generando una serie de comentarios de pensionados y profesionales del marketing y la publicidad, asociando el color negro con la muerte, y se comenta que no estamos en un momento para ver este tipo de modificaciones, pero que desde otra óptica, se percibe como un color que denota elegancia y sobriedad. Sin duda, todo cambio genera seguidores y detractores y más hoy con el alcance que otorga la virtualidad.
Como profesional de las comunicaciones y el mercadeo tengo muchos puntos que analizar aquí, reconociendo que como promotora del desarrollo sostenible me encuentro en un punto en el que me gusta más el fondo que la forma de lo que esta entidad está haciendo; pero cuando me enteré de que detrás de todo hay un propósito claramente sostenible, por lo menos por ahora, pienso que es un cambio muy acertado cuando el fondo puede impactar de manera significativa al medio ambiente y la sociedad.
Pienso que vale la pena esperar el sentido de todo esto, que aparentemente va amarrado a una estrategia 2030 (fecha límite establecida por las Naciones Unidas para alcanzar las metas de desarrollo sostenible en el mundo). Según esto, el banco pretende disminuir enormemente sus emisiones de C02, que es lo que quizá no se ha comunicado con la fuerza que debería, pues, muchas personas, si no la gran mayoría de colombianos, por ahora no lo pueden entender; somos una cultura muy volcada a las formas y a lo tradicional y no dimensionamos que todo está evolucionando para impactar en el planeta y la sociedad. Nos cuesta entender que una organización con tantas oficinas y material impreso está generando grandes emisiones de C02 al usar tintas de colores.
Son pocas las personas que saben esto y no se calcula o mide casi nunca el costo que tiene ello para la sostenibilidad del planeta. Como dato, hay que mencionar que los cartuchos de tinta son altamente contaminantes porque están hechos de un polvo compuesto por polímeros y pigmentos, a base de muchos elementos químicos que si no se reciclan adecuadamente pueden contaminar el agua y la tierra. Adicionalmente, estos productos vienen en cartuchos fabricados con derivados del petróleo, carbones, azufres y metales pesados presentes en todas las tonalidades, y en muchos casos la envoltura de estos elementos se fabrica en plásticos no degradables, sin hablar de los problemas que pueden ocasionar para la salud dichos químicos volátiles que ingresan al organismo y afectan al sistema respiratorio, ni del papel, la energía y otras variables que no mejorarán mucho tras el cambio a una impresión más sostenible tratándose del color.
Calculemos por encima, una organización con miles de empleados en oficinas administrativas y otros tantos en las sucursales en las que diariamente se imprime el logo a color, se genera material POP informativo, publicitario y emite todo tipo de certificados, cartas y comunicaciones impresas cuánto se está gastando. Además, algunos se preguntan por qué si es para proyectar una imagen sostenible no se realizó en tonalidades verdes. Quizá la razón que tuvo esta entidad es que el color verde, paradójicamente es el más tóxico y menos ecológico de todas las tintas. Lo triste es que todo lo que se tiñe de este color se percibe eco amigable, pero es un color difícil de obtener porque se usan muchas sustancias tóxicas para estabilizar y en realidad esto lo hace difícil de reciclar.
Finalmente, todo depende del cristal con que se mira y yo lo veo con... buenos ojos. Eso sí, hay que mencionar que falta mucho por educar, comunicar y aclarar. El gran reto del marketing verde.