Analistas 14/04/2022

Necesitamos que salten: Coldplay

Adriana Gutiérrez Ramírez
Gerente de Bloom Ecoworking

Hay quienes ven el vaso medio lleno y otros medio vacío. Este es el pan de cada día en el mundo de la sostenibilidad, sobre todo porque abundan gran cantidad de jueces extremistas que centran su atención en lo negativo o en lo que se deja de hacer, sin entender que esto hace parte de un proceso. Criticar como tal ya es de por sí una práctica a todas luces insostenible que no genera nada bueno para el planeta y la sociedad, y atenta contra uno de los ejes de esta disciplina. Apelamos muchas veces desde el sesgo a la famosa «Ley Campoamor» que dice: «Y es que en el mundo traidor/ nada hay verdad ni mentira:/ todo es según el color/ del cristal con que se mira», un poema que hasta inspiró al reconocido cantante Rubén Blades a componer la canción llamada ‘Según el color’.

Todo esto para señalar en mi caso desde mi visión medio llena del vaso, que celebro que una banda como Coldplay haya diseñado todo un programa de sostenibilidad con el fin de reducir el impacto de sus conciertos con la huella de carbono. Las críticas abundan porque simplemente nos encanta señalar lo negativo sin entender que es imposible llevar una vida 100% sostenible y que difícilmente dentro de nuestros esquemas económicos actuales (lineales) podamos lograrlo. Hay que celebrarlo porque es mejor eso que nada finalmente.

Las nuevas actuaciones de la reconocida banda yo no las tildaría como una estrategia de greenwashing o lavado verde ni como un elemento netamente mercadológico. No podemos calificar como tal lo que no es totalmente sostenible porque sencillamente no es posible.

Ahora, me pregunto si realmente es justo criticar a Coldplay cuando ha decidido dar el salto sostenible desde sus posibilidades y por encima de muchas otras bandas en su gira mundial y ha optado por hacer sus conciertos mediante el uso de energías renovables. Sin duda los esfuerzos que están haciendo son enormes y de aplaudir, tanto por su componente creativo como por sus implicaciones económicas. Y es que contar con una pista de baile que genere la electricidad suficiente para la presentación en la que los espectadores deban saltar para mantener el concierto no solo es algo amigable con el medio ambiente sino también una experiencia alucinante, inclusiva y colaborativa que invita a cada asistente a hacer lo propio no solo allí sino en su entorno natural.

Y es que esta decisión de hacer una gira sostenible va más allá del tema energético; incluye alrededor de 12 acciones que van desde la plantación de un árbol por cada boleto comprado, minimizar los vuelos y cuando sea necesario usar combustibles sostenibles, exigir en las sedes de los conciertos y en los hoteles lavamanos y equipos sanitarios más eficientes con el consumo del agua, usar materiales seleccionados en el diseño de los escenarios y pulseras LED diseñadas con elementos compostables a base de plantas y reutilizadas en cada presentación, incentivos a los asistentes que usen una app que les ayuda a planificar viajes más eficientes que disminuyan la huella de carbono, entre otros.

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