Como consumidores muchas veces nos vemos ante esos dilemas que crean fanáticos sin escrúpulos en redes o marcas, aquellas que se apoyan en el lavado verde para triunfar sobre la competencia o el sustituto.
De aquí el papel de educarnos y educar como consumidores conscientes y entender los mensajes que nos bombardean por todos lados, nos agobian y nos confunden. Por eso, siempre insisto que no se trata de que nos tomemos este tema de la sostenibilidad bajo las pasiones extremas que puede generar el fanatismo, porque muchas veces sesgan nuestro accionar y, por lo general, terminamos en disputas innecesarias con nuestros familiares y amigos con tal de lograr tener la razón.
Entre dichos extremos y entre esa batalla mediática de cuál es más sostenible que el otro, el papel o la pantalla, nos quedamos con información muchas veces superficial, pero conveniente para uno de los contendores de la cual esperan que tomemos partido.
De lado y lado existen acciones insostenibles para el medio ambiente, sin mencionar para la sociedad. De la misma manera, existen serias intenciones por mejorar su desempeño ambiental, claro está en algunas marcas, no en todas. Ciertamente, no todas lo comunican de manera acertada; es difícil que una empresa que produce papel logre orientar su mercado al uso racional del mismo, y que el otro bando reconozca que no son tan sostenibles como se debe ser. Eso lo debemos entender, lo dijeron Jack Trout y Al Ries en su libro Posicionamiento, una batalla por la mente en 1981.
Entonces aquí en esta disputa por nuestra atención, en esa batalla por posicionarse como la más sostenible en nuestra mente, estamos nosotros en nuestra propia batalla como consumidores sostenibles que muchas veces de manera sesgada asumimos como verdad absoluta el mensaje de una u otra marca, de una u otra práctica, y cazamos pelea hasta con nuestra propia madre por defender de manera radical al papel o a lo digital.
Como seres humanos que nos comunicamos tenemos la facultad de decodificar mensajes, de ver más allá del mensaje publicitario, de consultar otras fuentes y en última instancia de razonar qué hacer con toda esa información recolectada para permitirle a esa marca que nos dice la verdad posicionarse como una marca honesta y transparente en nuestra mente y nuestro corazón. Cada persona tiene la potestad de prestar atención, interpretar y recordar subjetivamente, es decir, a su manera o leal saber y entender.
En varias columnas he hablado del uno y del otro: del papel y de lo digital y al final quién decide y quién consume de manera consciente somos nosotros. Les dejo un dato y es que realmente podemos ser un poco más sostenibles moviéndonos en ambas prácticas, conociendo profundamente toda la cadena de valor o producción de cada una de ellas en términos de emisiones, bosques certificados, baterías, producción de equipos, tala, consumo de agua y de energías no renovables… teniendo todo esto claro podremos elegir la mejor de las dos de acuerdo con cada circunstancia de consumo que se nos presente.
Al fin de cuentas ser 100% sostenible social, ambiental y económicamente es tan solo una utopía, pero mientras más nos acerquemos más seguros podremos estar de lo que le estamos dejando a las futuras generaciones.