Analistas 15/10/2020

Un futuro pintado de negro

Adriana Gutiérrez Ramírez
Gerente de Bloom Ecoworking

Es una realidad que el cambio climático no le importa a gran parte de la población, pues por años hemos estado expuestos a una gran cantidad de mensajes relacionados con el cuidado del medio ambiente y la sociedad, que, sin duda para muchos, pasan inadvertidos, sin eco y con mínimas posibilidades de reacción.

Estamos cansados de campañas y leyes, cuyos objetivos son claramente bondadosos, que se construyen a punta de mensajes negativos que infunden temor, tristeza y desinterés por la sostenibilidad. No todos, pero sí muchos emprendedores, ambientalistas, ecologistas, docentes, empresas, gobernantes y padres de familia, hemos construido escenarios sostenibles, paradójicamente basados en distopías.

Usar el miedo como estrategia comunicacional para lograr acciones positivas en el comportamiento humano, puede ocasionar un “efecto boomerang”, es decir, un rebote del mensaje que se traduce en una pérdida de tiempo, esfuerzo, recursos y credibilidad.

Ahora, algunos informes mencionan que el miedo es como un vaso que vamos llenando de mensajes negativos, que al desbordar su capacidad, se derrama y, por ende, el miedo deja de existir y por eso, mensajes como los del cambio climático, siempre pintados de negro, hacen que un fenómeno de tal magnitud deje de preocuparnos. En otras palabras, el miedo ya no funciona.

Al no funcionar, un mensaje al que hemos estado expuestos por años, hace que tengamos que revaluar nuestras formas de comunicar, pasando de construir y diseñar campañas distópicas a unas verdaderamente utópicas.

Algunos mensajes con datos poco confiables, han ocasionado que las personas, además, no crean que este tipo de fenómenos como el del cambio climático, sean tan graves, no crean que el planeta esté en riesgo; y cuando hay intereses particulares, la situación se hace más compleja.

De otra parte, nos hemos acostumbrado a sembrar nuestras esperanzas en evoluciones tecnológicas, aquellas que existen para combatir todo tipo de problema social, dando paso a lo que se conoce como “tecno optimismo”, es decir, que los seres humanos pensamos que la tecnología se encargará de resolver todo.

Asimismo, en países como el nuestro, en el que hay otros problemas, aparentemente más importantes por resolver, se ha desviado la atención respecto a nuestra responsabilidad con el planeta y la sociedad. Somos una cultura acostumbrada a mensajes negativos, a la violencia, a la guerra, a las estafas, a las muertes.

No se trata solamente de aquellas noticias que vemos en la televisión, o en diarios que incluso rayan con el amarillismo. Llama la atención que las imágenes que vemos en videojuegos, literatura, internet y hasta en los cines, sean nefastas, llenas de mundos oscuros e inevitables según lo señala la escritora Ursula K. Le Guin. Estas profecías terroríficas se llaman distopías.

Hoy, gracias a la tecnología, estos mensajes se han ido expandiendo a velocidades increíbles convirtiéndonos en una cultura que acepta la destrucción, donde el miedo ¡ya no funciona! Pero ¿qué tal si cambiamos la forma de ver las cosas? en nuestras manos está la posibilidad de crear una visión positiva, un mejor mañana a través de mensajes esperanzadores.

Es momento de evaluar cómo debemos comunicarnos para transformar a la sociedad y hacerla más resistente a las crisis. Es hora de pintar de verde esperanza nuestros mensajes, sobre todo quienes nos encontramos al frente de las organizaciones “sostenibles”.

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