Siempre he pensado que uno de los dichos más certeros de esta vida es que “un joven que no es socialista no tiene corazón, y un adulto que no es capitalista no tiene inteligencia”. Me pasó. Confieso que cuando tenía como 19 años el tema de la redistribución del ingreso y la justicia social era una base fundamental de mi ideología. Y sé exactamente el momento en el que cambió totalmente mi forma de ver la vida: el día es que recibí mi primera quincena del Banco de Bogotá, cuando vi cómo el millón de pesos que me ganaba se disminuía en 20% por la retención en la fuente.
El voto juvenil en EE.UU., el de las universidades, cambió radicalmente entre 2020 y 2024. Según un estudio de la Universidad de Tufts, en Boston, en las elecciones de 2020, el presidente Biden ganó 65% de los votos, contra 35% del presidente Trump. Pero en las elecciones de 2024, Kamala Harris ganó solo un 55% de los votos contra 45% que recibió el presidente Trump. Mejor dicho, el presidente Trump es hoy presidente gracias al incremento que vio en el voto juvenil por el Partido Republicano. Y ese voto incremental se lo debe el presidente Trump a una persona: Charlie Kirk.
Charlie Kirk se fue de este mundo a los 31 años. No tengo duda alguna de que, si la vida no hubiese decidido que se tenía que ir tan temprano, él hubiera sido presidente de Estados Unidos. Puedo decir, con total seguridad, que no creo haber visto en mi vida a alguien más carismático, inteligente, y elocuente. Charlie Kirk era único, y no creo que jamás volvamos a ver un fenómeno como él. A Kirk lo mató la cultura woke, mejor dicho, la política de la envidia, del resentimiento y de la mediocridad. El wokeism es una ideología basada en la intolerancia y la mediocridad. Es cierto, Kirk fue una persona con visiones radicales sobre la sociedad y el individuo. No comulgué con muchas de sus visiones, porque me considero un libertario, y los libertarios NO nos metemos con lo que la gente decida hacer en su propia cama, mientras esas decisiones no afecten a menores de edad. Pero las diferencias son irrelevantes en esta discusión. Acá lo relevante es que Charlie Kirk fue un líder de opinión que SIEMPRE buscó que las diferencias de ideología se dirimieran con discusiones en la plaza pública, sin violencia.
Charlie Kirk fue un individuo que siempre estuvo dispuesto a dirimir las diferencias ideológicas con palabras, y bajo el manto del respeto mutuo. Por ejemplo, Kirk siempre defendió con gran ahínco sus críticas a la base política del progresismo extremo sobre los géneros. Para Kirk, al igual que para muchos de nosotros, solo existen dos sexos, y la cultura actual de pensar que el sexo es una función de la percepción individual, sobre todo cuando tiene que ver con menores de edad, es una batalla que toca dar. Si un joven menor de 18 años no tiene permiso de tomarse un aguardiente o fumarse un cigarrillo, no debería tener la capacidad de tomar decisiones que lo van a afectar durante toda su vida, como cambiarse de sexo, a menos de que el diagnóstico sea de dimorfismo sexual, basado en una serie de opiniones de expertos en salud pública y con el consentimiento de los padres. Valga decir que hoy en día, 5,5% de los jóvenes de EE.UU. se autoidentifican del sexo diferente al que nacieron. Históricamente, la incidencia de dimorfismo sexual siempre ha sido cercana a 0,0147% de la población. Ergo, una gran parte de lo que está pasando ahora en el mundo parece ser una cuestión de “moda”, y esa realidad debe ser confrontada, así ese tema sea muy sensible.
Kirk deja una viuda y dos angelitos de 4 y 2 años. Kirk nos deja la enseñanza que todas las diferencias, por extremas que sean, se deben dirimir en la civilidad. Es menester de todos asegurarnos que su legado perdure.