Matando la gallina de los huevos de oro, parte II
Siguiendo con el tema de una columna anterior (Matando la gallina de los huevos de oro), los colombianos hemos seguido leyendo una cacofonía de columnas de opinión, entre ellas una de Rodrigo Uprimni, quien también le dijo a Colombia que el “fracking” necesitaba “revisarse”, para evitar que el agua de los colombianos se contaminara. Lo que no nombró en su columna el doctor Uprimni es que la industria petrolera le genera al gobierno recursos que equivalen a 4,6% del PIB, o, mejor dicho, que el petróleo le genera al gobierno 33% del total de sus ingresos. Al doctor Uprimni no le gusta el “fracking”, pero estoy seguro que también considera que sería bueno que los niños de Colombia recibieran mejor cuidado prenatal. Me imagino que el doctor Uprimni también estaría de acuerdo con retirar exenciones tributarias, para no tener que depender del petróleo. Eso sí, “todas” menos las exenciones por el pago de hipotecas o de pensión voluntaria (el que entendió, entendió).
Pero esta discusión tan desgastante sobre el petróleo me lleva a una aún más desgastante. Le parecerá interesante al lector saber que quizá Colombia podría vivir (fiscalmente) sin el “fracking”, si el país decidiera arreglar de una vez por todas un problema legendario. Me explico. Me cuentan que la producción de carbón de la zona del Cesar podría llegar a incrementarse en más de 100% de un día para otro, pasando de aproximadamente 46 millones de toneladas por año, a 100 millones, si el gobierno despachara unas licencias previas que no han permitido que la línea férrea del carbón, que va desde Chiriguaná hasta Santa Marta y que le da la capacidad a Drummond, Prodeco y a CNR de sacar el carbón del interior a los respectivos puertos, pueda finalizar la doble línea (si hay una línea de ida a las minas y otra línea a los puertos, que no se encuentren de frente, se doblaría la velocidad a la cual las compañías podrían sacar el carbón).
Resulta que hay una licencia previa que no han querido aprobar unas poblaciones y sus abogados, Bosconia en el Cesar y caseríos entre Fundación y Río Frío en el Magdalena, poblaciones que se han negado a aceptar que el gobierno mueva sus viviendas 15 metros a la izquierda para de esa manera darle la posibilidad a Fenoco de finalizar la segunda carrilera. Pues no. Estas 550 familias pretenden que el ferrocarril haga una “voltereta” alrededor de los respectivos pueblos y caseríos en vez de aceptar moverse los 15 metros y en el acto recibir una sustanciosa indemnización. Ah, se me olvidaba: la tierra donde están las casas que no dejan terminar la línea del ferrocarril es tierra del estado que estas comunidades invadieron durante el periodo en el cual desgobiernos del pasado dejaron echar a perder la línea ferroviaria (una que, a propósito, Drummond recuperó con inversión propia).
Colombia exportó US$6.700 millones en carbón durante 2013 (más o menos 10% del total de las exportaciones de Colombia), dejando al carbón como el segundo mayor generador de divisas para Colombia, divisas que los colombianos necesitamos que sigan llegando para evitar que nuestra inflación se salga de cauce, y para que los papás de nuestros jóvenes les puedan seguir comprando iPhone, para que estos puedan trinar que sería bueno que Pacific Rubiales se “largara” del país porque contamina mucho, obviamente mientras esperan que el amigo le pegue al “driver” en el hoyo 16 del Country.
Confieso que esta discusión se vuelve bien frustrante. Es frustrante ver al senador Robledo recitar su famoso “minería sí, pero no así”, ver al senador Velasco pedir que le suban los impuestos a Pacific Rubiales para bajar el costo de la gasolina, y de esa forma, a propósito, terminar de convencerlos de que se tienen que ir de Colombia a invertir en México donde sí los tratan bien. Y efectivamente, en el interino, que la población siga pagando el 4/1000…