Analistas 06/05/2019

Cuando innovar no agrega valor

Alberto Zúñiga
Director General de Basf para Colombia, Venezuela y Ecuador

Hace poco escuché a un conferencista decir: “el mundo ha cambiado tanto, que la famosa frase: ‘Locura es hacer lo mismo y esperar resultados diferentes’, ahora realmente es: ‘Locura es hacer lo mismo y esperar resultados iguales’. El mundo está cambiando tan vertiginosamente que la famosa frase de Einstein ya perdió su vigencia”. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación, está claro que la innovación, lejos de ser un valor agregado en las organizaciones, es una obligación para garantizar su permanencia y competitividad, sin importar su naturaleza.

Aunque para muchos aún puede parecer complicado y costoso dar este paso, los invito a cambiar el chip y creer que es posible innovar desde lo más sencillo: todo este proceso inicia desde el momento en el que empezamos a pensar en nuevas ideas para resolver problemas y generar transformaciones que causen impacto. Es necesario permear el concepto en todas las áreas de la organización. La innovación debe entenderse hoy como un hábito y obligación en las compañías.

Ser innovadores no es un proceso que se queda detenido en una idea creativa, tiene que ir más allá. El reto que tenemos como industria es dinamizarla y hacerla realidad; pasar de la buena idea a saber cómo gerenciarla y ejecutarla. No tener una ejecución efectiva de estos procesos puede hacer la diferencia entre alcanzar el éxito del negocio o generar una pérdida de tiempo y recursos.

Para lograr tal dinamización es necesario desarrollar estrategias y consolidar la cultura de innovación en los colaboradores de todas las áreas. Este paso es fundamental, porque las grandes ideas son necesariamente construidas por grupos de personas, todas protagonistas en el proceso. Solo así se puede crear una estrategia que use un lenguaje común y genere realmente un compromiso con su desarrollo, en el que todos interactúen con ella y perciban su valor para el negocio.

En Basf venimos trabajando fuertemente en implementar la cultura innovadora. No solo contamos con un comité interdisciplinario de innovación, sino que capacitamos al 30 % de nuestro equipo en estas metodologías. Adicionalmente, promovemos acciones como torneos, días y conversatorios de inspiración. Los buenos frutos no se han hecho esperar. La gestión conjunta con clientes y el talento del equipo han permitido que Basf contribuya directamente con la mejora de los productos de sus socios comerciales, a través de la co-creación, poniendo toda su experiencia y tecnología al servicio de la industria nacional, con el objetivo de hacerla más rentable y competitiva.

No niego que trabajar por la innovación genera gastos a las compañías e inversiones de tiempo y recursos que no siempre tienen un retorno a corto plazo; pero tarde o temprano todos los actores de las industrias tendremos que hacerlo. Es innegable que quienes no se involucren en estas dinámicas están condenados a desaparecer. Lo bueno es que, como nos viene sucediendo en Basf, los resultados de esta inversión siempre serán favorecedores, como en nuestro caso: durante 2018 Basf fue reconocida como la compañía más innovadora en las regiones de Bogotá y Cundinamarca y la séptima en todo el país, de acuerdo con el Ranking de Innovación de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi).

Mi invitación es a que más allá de promover la innovación como una responsabilidad de los equipos de investigación, desarrollo o marketing, preparemos y estimulemos esta cultura en todos los miembros de nuestros equipos, pues consolidarla hace trascender a las organizaciones de las buenas ideas a las acciones diferenciales; del entusiasmo al éxito del negocio.

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