Trabajando en el desarrollo del liderazgo de ejecutivos, la tendencia es identificar las limitaciones (elegantemente llamadas oportunidades de crecimiento), con la convicción de que un enfoque en lo que hay que fortalecer favorece un mejor rendimiento. Pero varios estudios han demostrado que cuando nos enfocamos en desarrollar nuestras fortalezas, crecemos más rápido que cuando intentamos mejorar nuestras debilidades. Además, las personas que usan sus fortalezas son más felices, están menos estresadas y tienen más confianza. Esto tiene sus efectos sobre la formación de equipos de alto rendimiento. Una antigua fábula de la India ilustra bien este punto.
En un bosque cercano a una ciudad vivían dos vagabundos. Uno de ellos era cojo y el otro ciego, pero, en lugar de ayudarse entre ellos, siempre se peleaban por la mejor esquina para pedir limosna a los transeúntes. Una noche de mucho viento el bosque ardió en llamas, y las chozas en las que vivían fueron presa del fuego. Perdieron lo poco que tenían y lo único que les quedaba por salvar era sus vidas. Sin embargo, tenían serias dificultades para valerse por sí mismos en ese difícil trance. El cojo veía claro que aún había posibilidad de huir aunque el fuego era tan devastador que en unos minutos le habría cercado impidiéndole la escapada.
El problema es que él no podía salir corriendo por sus dificultades de movilidad. El ciego, por su parte, disponía de dos buenas piernas para salvarse, pero no podía ver para dónde ir. En un trance como éste, en el que el final más seguro era la muerte, se dieron cuenta de que se necesitaban. El ciego cargó con el cojo a cuestas y funcionaron como un solo hombre. Uno corrió y el otro le indicó el camino. Así pudieron salvar sus vidas y así empezó una larga amistad.
La cooperación entre el cojo y el ciego se dio en un momento en el cual ambos se enfocaron en sus fortalezas, y en cómo podían aportar para resolver una situación difícil, apalancando sus capacidades y su talento. De nada les hubiera servido el enfocarse en sus limitaciones; los habría llevado a estar aún más desesperados y aislados. Probablemente esto hubiera también intensificado una competición dañina entre los dos.
No se trata, claramente, de no ser conscientes de las limitaciones de uno, o de no querer evolucionar como individuos y como equipos. Carol Dweck, de la Universidad de Stanford, resalta en sus estudios que quienes quieren seguir desarrollando sus capacidades logran más y mejores resultados, porque están motivados en aprender de manera constante. Este proceso es aún más efectivo si apalancamos nuestras fortalezas, que, como escribe Marcus Buckingham, no coinciden tanto con lo que hacemos bien, sino más bien con lo que nos da energía, lo que nos lleva a un estado de flujo, lo que nos motiva. Es cuando nos enfocamos en este tipo de fortalezas, que el desarrollo, la evolución y el aprendizaje se vuelve posible y poderoso.