Mi amiga Gisella Antinori gerencia una parafarmacia funcional en Trento, la ciudad italiana donde me crié, que se especializa en recalibrar la flora intestinal. La administración en distintas fases de probióticos, junto a una adecuada dieta alimenticia, hacen el milagro y los clientes recuperan el buen humor, la motivación, el sueño, la lucidez mental. Es decir, pasan del estrés al bienestar.
Aprovechando mi estancia en Italia, decidí someterme a las curaciones de Gisella. De hecho, venía de unos meses de trabajo muy intenso y una amigdalitis aguda que me había forzado a tomar antibióticos. Me sentía cansado y con un nivel más bajo de energías, síntomas de que mi intestino y mi sistema hormonal necesitaban una regulación. Con unas pequeñas tijeras, Gisella cortó un pequeño mechón de mi cabello detrás de la oreja derecha. El mechón fue enviado a un sofisticado laboratorio en Italia. El veredicto del análisis confirmaba mi intuición; un excesivo nivel de estrés, además de intolerancia hacia algunos alimentos.
Tener demasiado estrés significa, entre otras cosas, niveles demasiado elevados de cortisol, lo que no es una buena noticia para el sistema inmune. Tampoco lo es para las células cerebrales del hipocampo, que se degeneran como consecuencia de niveles demasiados altos de cortisol. “Es como si tu sistema estuviera en alerta permanente”, me dijo Gisella. Entendí que era también por eso que tenía dificultad de tener un sueño profundo y restaurador, aun si lograba dormir en promedio siete horas cada noche.
También por eso las pulsaciones de mi corazón, así como la presión sanguínea eran más altas de lo necesario. Tenía un nivel de estrés mucho más alto de lo que percibía. Decidí entonces practicar lo que muchas veces aconsejo a los ejecutivos a quienes entrenó en alto rendimiento: empezar un proceso integrativo de eliminación del estrés enfocado en una alimentación sana, ejercicio físico, tiempo en familia y con los amigos, y sueño restaurador. A la práctica de meditación, he incluido también ejercicios de respiración que permiten la autorregulación del sistema nervioso automático.
A su vez, he empezado a vivir más consciente y en armonía con mi ritmo circadiano, es decir con más atención a los cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de 24 horas. Todo acompañado de los probióticos y los suplementos prescritos por Gisella. En otras palabras, decidí vivir de manera más orgánica y respetuosa conmigo mismo.
Empecé a notar los beneficios de mis decisiones después de unos días; sentí más energía, tenía ciclos de sueño profundo, la mente gozaba de más lucidez. Me sentía también con más motivación. A pesar de que bajé el ritmo de trabajo, también he notado mayor productividad y concentración. Finalmente, el alto rendimiento no es el resultado de más acciones, sino que está correlacionado con los niveles de nuestro bienestar.