Analistas 06/06/2020

Porque un propósito superior

Aldo Civico
Antropólogo y estratega de liderazgo

Hace un tiempo leí Of Water and the Spirit, una autobiografía de Malidoma Somé, un hombre nacido y criado en África quien transmitió sus enseñanzas a Occidente. El autor dice que en su tradición cultural se da por sentado que todos los nacidos provienen de otro mundo, el mundo del espíritu; y que el espíritu también eligió ese momento, esa familia y esa cultura para nacer, ya que tiene un regalo para dar al mundo.

Curiosamente, el nombre Malidoma significa “alguien que lleva el ritual al enemigo”. En la cultura de este autor, poco después del nacimiento, el recién nacido es llevado a los ancianos, quienes durante varios días le preguntan al espíritu, en un lenguaje ritual: “¿Por qué viniste? ¿Cuál es el regalo que viniste a ofrecer?”. En el caso de Malidoma, percibieron que había venido a ofrecer un regalo curativo para el Occidente que, desde el punto de vista de la gente de Malidoma, había perdido de vista su conexión con el espíritu y, por lo tanto, estaba causando un gran daño.

En otra parte del planeta, en el archipiélago de Tonga, en el Océano Pacífico, cuando nace un niño, las mujeres de la aldea realizan un ritual junto con la madre: llevan a la mujer y al recién nacido al bosque y se reúnen alrededor del espíritu recién llegado. Se sientan al lado del niño y perciben el espíritu particular y único de esta nueva vida; luego, en algún momento, una de las mujeres comienza a hacer un sonido musical, seguida de otra, y luego otra y otra, hasta que toda la comunidad ha contribuido a la creación de una canción para ese bebé recién nacido . Y cada niño tiene una canción única creada solo para él. Durante la vida del niño, con motivo de cumpleaños y otros momentos rituales, las mujeres se reúnen y cantan esa canción. Y si el niño hace algo malo o se enferma, en lugar de castigarlo o darle medicamentos, las mujeres se reúnen a su alrededor y cantan su canción para recordarle quién es. Cuando muere, la comunidad canta su canción por última vez, la cual nunca más se repetirá.

Escribe Elizabeth Gilbert, autora de la autobiografía Come, Reza, Ama, “Aquí está la pregunta. ¿Qué he venido a hacer aquí con mi vida? No hay nadie quien no se haya hecho esa pregunta. Esa es la llamada. Ahora, puedes elegir ignorar esa pregunta o puedes seguirla. Y la búsqueda es el comienzo del viaje”. Alguien en estos días me dijo que cuando hablamos del propósito siempre hablamos con ejemplos de personajes históricos o famosos. “Pero, ¿hay propósitos más pequeños?”, me preguntó mi interlocutor. A los grandes maestros de vida no los tenemos que copiar, sino imitar. Cuando hablamos de propósitos de vida, las comparaciones no tienen sentido. El propósito que anima a cada uno de nosotros, es el propósito más alto que podemos tener, porque refleja lo que estamos llamados a generar en el transcurso de nuestra vida. Se trata de conectarse y de expresar nuestro espíritu único, que no solo anima a las personas individuales, sino que también a las realidades colectivas, como lo es una empresa.

Como varias veces me ha repetido mi mentor Stephen Gilligan, cada uno de nosotros nació con un don para dar a la humanidad, y una herida por sanar. Encontrar tu propósito superior significa encontrarte con tu espíritu y dejar que se desarrolle a lo largo de tu vida. Como dice Gary Zukav, cuando alineas tu personalidad con tu propósito, nadie puede tocarte. Estamos en una buena temporada para preguntarnos, ¿Cuál es nuestro espíritu? ¿Cuál es la herida que estamos llamados a dar? ¿Cuál es la herida para sanar?

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