Fortalecer el transporte público
La percepción sobre movilidad en las principales ciudades del país ha empeorado en años recientes. Además del caso de Bogotá, la situación en otras ciudades como Medellín, Cali o Bucaramanga se ha agravado.
El debate público se ha enfocado en soluciones que implementan programas de restricción vehicular, como el pico y placa. No obstante, como varios estudios afirman, esto solo es efectivo cuando se aplica temporalmente, algo que no ha ocurrido en el país. La larga permanencia de dichos programas termina generando su internalización por parte de los hogares y su pérdida de eficacia (más carros en la vía).
Por ello, las soluciones deben ser más estructurales y de largo plazo. Se dice que parte del problema es la falta de oferta de vías adecuadas. Esto es cierto en muchas ciudades, y debe invertirse fuertemente para desatrasarnos, pero no es una solución de largo plazo, pues la mayor oferta baja el precio de la congestión al principio, volviendo a incentivar el mayor uso del vehículo particular para regresar a situaciones de alta congestión futuras (el caso de Los Ángeles).
El elemento que definitivamente sí puede ayudar es el fortalecimiento del transporte público, porque reduce estructuralmente la demanda de usuarios al desincentivar el uso del carro particular. ¿Qué es fortalecer el transporte público? Se trata de que profundicemos una discusión técnica, liderada por el Gobierno Nacional y con participación de las ciudades, sobre cómo expandir su cobertura actual y su rol en la planeación urbana de cada municipio, mejorar sus niveles de seguridad, pensar bien las tarifas y vías de financiamiento, cómo combinar los diferentes modos de transporte (tren, bus, cable aéreo), entre otros temas.
Ese fortalecimiento, que traería la implementación de soluciones planeadas y sustentadas, generaría los incentivos para que los dueños del vehículo particular se bajen de él y usen el transporte público, una dinámica poderosa que impulsa comportamientos individuales con grandes réditos sociales (la lógica del mercado). Al final, no se puede olvidar que el gran éxito de un sistema de transporte público no es que lo use la población vulnerable (que debe hacerlo por obligación) sino que lo usen las poblaciones acomodadas, que tendrían otras alternativas.
El lento avance en este frente es preocupante en el caso de Bogotá. Llevamos décadas hablando del metro y la discusión sobre si bus o tren lleva ya 25 años. Hoy, ciudades que cuentan con sistemas de transporte público exitosos (como Londres, New York o París) tienen redes interconectadas de buses, trenes y otros modos, y en el caso férreo con líneas tanto subterráneas como elevadas. Por ello, más que discusiones de egos de corto plazo, debemos vernos en estos espejos internacionales y avanzar. El mejor metro es el que empiece a funcionar pronto y el mejor sistema es el que integre ese metro, con Transmilenio, el Sitp y los otros modos, y que elimine rápido el costo oculto en que incurren 8 millones de habitantes que día a día se embarcan en la odisea de transportarse en la capital.
Fortalecer el transporte público para el uso de muchos ciudadanos de bajos recursos y para incentivar que el resto de la población lo use activamente es una herramienta fundamental para reducir la congestión en nuestras ciudades principales. Cómo lograr esto es el verdadero debate público en el que debemos concentrarnos.