En nuestras tareas diarias, la reputación que adquirimos o ganamos es muy importante para el desarrollo de nuestra actividad. En la política económica no es la excepción.
En muchos países, principalmente desarrollados, existe una institucionalidad fiscal que busca que el Gobierno tenga una posición sostenible en el mediano plazo que equilibre las necesidades de gasto con un nivel manejable de deuda pública. Además, en materia monetaria se cuenta con un banco central independiente que mantiene credenciales antiinflacionarias y de estabilidad financiera.
En Colombia (como ocurre en muchos países emergentes), la reputación fiscal todavía está en proceso de construcción, pues las finanzas públicas regionales siguen afectadas por los ciclos políticos y las nacionales por la inflexibilidad presupuestal. Y aunque existe una regla fiscal, que ya fue modificada, la sostenibilidad fiscal que labre una reputación creíble no solo requiere de una ley (aunque en Colombia muchos creen que más leyes son la respuesta a todos los problemas), también necesita un trabajo estructural en materia de ingresos y gastos, que ya todos conocemos.
En cambio, la reputación monetaria si ha sido un activo ganado por el Banco de la República (BR) en las últimas décadas. Desde que el BR obtuvo su independencia con la Constitución de 1991 se logró bajar la inflación de 32% hasta el corredor de mediano plazo (2%-4%) con leves desviaciones en algunos años. Y esa reputación, y el mandato constitucional antiinflacionario, permiten a los agentes económicos tener claro que el BR hará lo que sea necesario para mantener la inflación bajo control, aun en situaciones de altos precios como las de estos meses.
Esa reputación y credibilidad ha generado grandes beneficios para todos los ciudadanos. Por ejemplo, mantiene controladas las expectativas de inflación beneficiando a todos los consumidores, y especialmente aquellos de más bajos ingresos que tienen menos instrumentos para defenderse de los elevados precios de la canasta de bienes que consumen. De esa inflación bajo control se deriva una reducción en costos y mayores plazos de financiamiento para Gobierno y empresarios y, no menos importante, la financiación de vivienda a largo plazo (entre 15 y 20 años en promedio) a tasas históricamente bajas de por lo menos un millón de hogares al año.
La reelección presidencial (ya eliminada) en los dos periodos presidenciales anteriores y otras circunstancias en el actual (renuncias) han hecho que esa reputación se arriesgue. Y aunque hemos contado con la “suerte” de que los codirectores nombrados han hecho gala de su nivel técnico e independencia una vez entran a la junta del BR, la probabilidad de que esto siga pasando en el futuro tiende a reducirse, sobretodo en un contexto político donde la impresión masiva de billetes tiende a ser una idea populista con cada vez más adeptos.
Para evitar seguir dependiendo de la “suerte”, la sociedad civil debe ser la primera línea de defensa de la reputación ganada por el BR que garantiza una inflación baja y estable. Por ello, hay que blindarlo de “cantos de sirena” que atenten contra su labor antiinflacionaria y fortalecer su institucionalidad garantizando plenamente la independencia de su junta directiva frente a los gobiernos. Recordemos que la mujer del Cesar no solo debe ser fiel (en este caso a la independencia monetaria) también debe parecerlo.