Analistas

Los frutos de la independencia

Alejandro Vera Sandoval

En las últimas décadas se dieron dos hitos que cambiaron el rumbo de la inflación en Colombia. En efecto, la independencia del Banco de la República, BR, apuntalada en la Constitución de 1991, y la adopción del esquema de inflación-objetivo, en 2000, fueron dos de los principales elementos que permitieron que el país tuviera un crecimiento de precios bajo y estable en medio de una moderada expansión económica en los últimos 20 años.

Esto ha tenido unos beneficios que a veces tendemos a olvidar. Por ejemplo, hoy los hogares colombianos pueden adquirir vivienda propia a tasas de interés fijas a 20 años gracias a que el sistema financiero y los agentes del mercado confían en que el BR hará lo que sea necesario para contener las presiones de inflación.

No obstante, uno de esos hitos, la independencia del Emisor, está siendo puesto a prueba en Colombia y en muchos países. Esto ocurre porque los objetivos de los gobiernos son diferentes a los de los bancos centrales. En el caso del ejecutivo, se quiere que la economía crezca lo suficiente en el corto plazo para dar una señal de mayor bienestar en su periodo de gobierno, buscando mantener mayorías que permitan reelecciones (si es posible) o la continuidad del proyecto político. En el caso de los bancos centrales, el objetivo es de largo plazo, lograr que la economía crezca a su nivel potencial, pero con un nivel de inflación bajo y estable que garantice suavizar los ciclos económicos, y poder pasar así todos los réditos del crecimiento a los ciudadanos.

Ambos objetivos son incompatibles, pero desafortunadamente el de corto plazo es más popular, pues las personas valoran más el presente que el futuro. Y ante esta realidad, los gobiernos presionan a los bancos centrales ante la opinión pública para que reduzcan las tasas de interés de intervención para impulsar el crecimiento del país a cualquier costo. Esto ocurre a nivel internacional, por ejemplo, en el caso de la administración Trump vs. la FED, o en el caso de Colombia, donde se arremete contra la junta del BR por aparentes sesgos políticos.

En nuestro país, luego de varios años sin lograr la meta, el Emisor está siendo cauto en la relajación de su política monetaria para evitar perder credibilidad. Nada peor que bajar la tasa y luego tener que volverla a subir por un rebrote inflacionario. Y para esto último hay riesgos que se deben evaluar.

En efecto, elementos como los precios de los alimentos y su impacto en las expectativas de los agentes, la inflación de los bienes regulados, y el abultado déficit fiscal son elementos que hoy pondera el BR al momento de decidir movimientos de política monetaria.

Por ello, más que presionar al Banco Central, el gobierno debería pensar que si quiere “bajas” en las tasas de interés, primero hay que colaborar con el anclaje inflacionario o sino el BR tendrá que seguir solo con una postura monetaria más restrictiva. Dicha colaboración podría darse, por ejemplo, mandando señales de moderación en el incremento de precios de regulados (incluyendo el salario mínimo), por un lado, y de verdadero ajuste fiscal, por el otro. En el entretanto, como sociedad civil, debemos ser la primera línea de defensa de los frutos de la independencia del BR y sensibilizar a la población en que los objetivos-país de largo plazo son muchos más poderosos en términos de bienestar que cualquier ciclo político.

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Banco de la República - Inflación