Transición para el desarrollo
Las cifras más recientes muestran que las exportaciones colombianas totales llegaron a US$49.250 millones en los últimos 12 meses a mayo de 2024, con una contracción de 10% anual. No han sido buenos años para el comercio exterior, que se mantiene lejos de los US$60.000 millones exportados a principios de la década anterior.
Por sectores, las exportaciones de bienes primarios y combustibles concentraron 51% del total de nuestras ventas externas. Por su parte, los bienes agropecuarios (21%) y las manufacturas (21%) explicaron el otro 42% del total. Por destinos, nuestras ventas externas se concentran en Estados Unidos (28% del total) y luego siguen muy lejos la Unión Europea (10%), los vecinos (Panamá, México, Ecuador y Brasil) y los gigantes asiáticos (China e India).
Los números sencillos confirman dos hechos que están completamente sobrediagnosticados en diversos estudios. Por un lado, las exportaciones diferentes a combustibles y bienes básicos no compensan la caída de estas ante menores precios internacionales y, por otro lado, la fuerte concentración de nuestras exportaciones por sector (materias primas básicas) y por destino (Estados Unidos).
Las razones para ello también están identificadas en dichos estudios. Aquí aparecen los altos costos de transporte, pese a los avances en infraestructura que se dieron en una década; los sobrecostos laborales no salariales de hasta 50%, que encarecen la mano de obra formal; y algunos analistas mencionan además los niveles de tasa de tributación empresarial y los bajos niveles de calidad educativa al comparar con países similares; entre otras.
Todo esto termina incluso en que en muchos sectores las empresas terminen cerrando para producir en países vecinos y luego vender a Colombia.
Ante esto, es claro que se requiere elevar el nivel de exportaciones en agro y manufactura. Pero esto no se puede hacer simplemente con políticas restrictivas. Más que pensar en soluciones mágicas se debe trabajar en políticas que reduzcan los obstáculos mencionados, algo que es estructural y que requiere políticas públicas continuas y ordenadas.
Además, debemos aprovechar el ejemplo que nos han dado en los últimos veinte años países como Chile o Perú. De las experiencias de estos países con el cobre y otros minerales, se desprende que la ruta a seguir no puede ser simplemente olvidar el potencial en materias primas que tiene el país, sino más bien, usar las divisas que generan (en dividendos e impuestos) y sumarlo a las regalías, para junto a los gobierno territoriales, avanzar en proyectos que reduzcan los costos de transporte y logística, políticas que eleven la calidad educativa técnica y decisiones que aumenten los incentivos para producir bienes manufacturados en Colombia con alto potencial en los mercados internacionales.
Se trata entonces de hacer una transición hacia el desarrollo apalancada en los recursos de los bienes primarios para que en el mediano plazo se sustituyan por bienes de mayor valor agregado, en nichos específicos donde el país pueda lograr ventaja comparativa.
Avanzar en esto, mejoraría la posición fiscal del país, su competitividad, y permitirían aprovechar algunas ventajas de nuestra ubicación como el near shoring. La condición necesaria es la certeza en las políticas públicas, para incentivar la inversión y participación del sector privado.