Tribuna Empresarial

Un paso más cerca de la meta

Alejandro Zambrano

La movilidad suele medirse en indicadores como kilómetros de vías, vehículos en circulación o estaciones inauguradas. Sin embargo, hay hitos que superan los números y tocan la vida de las comunidades.

El TransMiCable de San Cristóbal es uno de ellos, ya con un avance en obra que supera 80% y con torres y motores en su sitio, el proyecto empieza a perfilarse como una realidad concreta ¿Qué pasará cuando abra sus puertas al público?

El anuncio de que entrará en operación a finales del próximo año genera entusiasmo y esperanza en una localidad donde miles de personas han esperado por años una conexión eficiente con el resto de la ciudad. Se estima que más de 400.000 habitantes se beneficiarán directamente, con un sistema que reducirá tiempos de viaje de 35 a 10 minutos. Para muchos, esto significa recuperar horas de vida, pero junto con la expectativa, aparece una enorme responsabilidad: la de cumplir lo prometido no solo en plazos, sino en calidad del servicio.

Un teleférico no es solo infraestructura. No basta con que las estaciones estén listas, las cabinas pintadas y el motor instalado. El verdadero reto empieza cuando se encienden las máquinas y los primeros usuarios suben. La operación exige excelencia técnica, mantenimiento preventivo riguroso y una coordinación perfecta con el resto del sistema de transporte.

Por eso, diciembre de 2026 debe verse no como la meta, sino como el inicio de una nueva etapa. Una en la que la responsabilidad será compartida: de la administración pública; de la comunidad, que juega un papel fundamental en el cuidado del sistema; y de los operadores y aliados técnicos, que debemos velar porque cada trayecto sea seguro, puntual y confiable.

Los usuarios esperan más que un ahorro de minutos: esperan un transporte digno, limpio y moderno. El TransMiCable, al ser eléctrico, no produce emisiones locales, y si se complementa con energías renovables puede alcanzar una operación carbono neutro. Ese atributo lo convierte en un ejemplo de movilidad sostenible, pero solo será valorado si la experiencia del viaje cumple con la promesa de accesibilidad y eficiencia.

En San Cristóbal, cada torre levantada, cada cable tensado y cada cabina instalada son símbolos de progreso, pero lo que realmente marcará la diferencia será la forma en que, en diciembre de 2026, la gente viva su primer recorrido: si siente que por fin la ciudad se les acercó.

Tenemos la oportunidad de hacer las cosas bien, de demostrar que la ingeniería, la planificación y la voluntad de las autoridades pueden transformar realidades. Diciembre de 2026 se acerca, y con él, la posibilidad de que Bogotá se acerque a cientos de miles de personas. Porque un teleférico no se mide solo en metros de cable: se mide en confianza, en vidas transformadas y en la capacidad de cumplirle a quienes más lo necesitan.

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