Agostos tristes para Colombia
jueves, 21 de agosto de 2025
Alfredo Sarmiento Narváez
En la historia reciente de Colombia agosto es un mes triste, necesariamente propicio para reflexionar sobre el pasado, presente y futuro de nuestra nación.
Un 18 de agosto, hace 36 años, cayó asesinado, por las balas homicidas del narcotráfico, Luis Carlos Galán (48 años).
El pasado 11 de agosto murió asesinado, por las balas homicidas del narcoterrorismo, Miguel Uribe Turbay (39 años).
Justo, e igualmente triste, es recordar que, el mismo día que asesinaron a Luis Carlos Galán, asesinaron al coronel Valdemar Franklin Quintero (48 años), también víctima de las mismas balas homicidas del narcotráfico.
Justo, e igualmente triste, es recordar que, entre las luctuosas fechas de agosto en que violentamente segaron la vida de Galán Sarmiento y Uribe Turbay, también fueron asesinados personas como Enrique Low Murtra (52 años), Diana Turbay (41 años), Álvaro Gómez Hurtado (76 años) y con ellos, cientos de compatriotas a lo largo del territorio nacional fueron asesinados, por las mismas balas homicidas del narcotráfico.
Justo, e igualmente triste, es recordar que previo al asesinato de Luis Carlos Galán, también murieron por las mismas balas homicidas del narcotráfico, el exministro Rodrigo Lara Bonilla (38 años), el periodista Guillermo Cano (61 años), el corresponsal de El Espectador en Leticia, Roberto Camacho (48 años), y el exmagistrado Carlos Enrique Valencia (44 años), éste, justo dos días antes del asesinato de Galán, después de confirmar el llamamiento a juicio a Pablo Escobar.
Y Colombia sigue como corcho en remolino en medio de la vorágine letal del narcotráfico, que no reconoce valor a nada, a todo le pone precio hasta llegar al desprecio: desprecio con la vida, las instituciones, la democracia, el estudio, el trabajo honesto, la familia, la mujer y la juventud.
Escuché y ví una sola vez a Luis Carlos Galán en una presentación que hizo en Uniandes, días antes de su asesinato.
Llevaba una gabardina caqui elegante; sus palabras eran las de un líder valiente, inspirador y conmovedor.
Me enteré de su muerte el sábado 19 de agosto temprano en la mañana, cuando leí la noticia en primera página de un periódico colgado en una caseta. Sentí, a mis 22 años, como si hubiesen asesinado a mi padre.
Con Miguel Uribe Turbay tuve ocasión de compartir gratos momentos: como secretario de gobierno de Bogotá conversando sobre temas rurales del Sumapaz; en su candidatura a la Alcaldía de Bogotá en 2019, que apoyé con Alicia Eugenia Silva; como candidato al Senado, por quien voté; en un café que compartimos con Lucía Bastidas.
La última vez que conversé con Miguel fue a propósito de su visita a Cali, ya como precandidato presidencial, en la que propicié el acercamiento de él con Sigifredo López.
Cuando me enteré del atentado a Miguel, sentí como si se tratara de un hijo mío; soy 20 años mayor que Miguel. Con su muerte sentí el dolor que habita en las entrañas de la nación.
No se es el mismo antes y después de una tristeza. Las muertes de Galán, de Uribe Turbay y la de cientos de compatriotas más, tienen que iluminar al alma de la nación, el orgullo patrio, para derrotar el flagelo del narcoterrorismo que hoy galopa impune bajo la mirada complaciente y cínica del Gobierno de turno.