Colombia: de la UCI a la salud social y comunitaria
No estilo el catastrofismo apocalíptico para referirme a realidades de interés común.
No emulo avestruces que esconden sus cabezas para mimetizarse y evadir la realidad.
Espero nunca caer en la “cobarde intrepidez del pavo, que amaina su plumaje al primer ruido”.
Cuando afirmo metafóricamente que Colombia está en Unidad de Cuidados Intensivos, intento un diagnóstico prudente y realista, nada derrotista, que apela a la acción conjunta de todos los colombianos para que el país, más temprano que tarde, pueda ser dado de alta en todas sus sintomatologías, y empezar a caminar por senderos de salud social y comunitaria.
En cuidados intensivos está la economía, la seguridad, el vecindario, la probidad, la comunicación social y política, y como suma de todo lo anterior, en cuidados intensivos se encuentra nuestra democracia.
No hay comunidad de propósito como país; la comunión de sentido como nación empieza a erosionarse; la desconfianza mella escenarios comunitarios y sociales, privados, públicos y sacros.
Los poderes arbitrarios quieren servilismos acríticos. Desaparecen cada vez más las edificantes relaciones de autoridades legítimas con obediencias inteligentes.
¿Tiramos la toalla? ¿Claudicamos ante la corraleja de violentos y corruptos ? ¿Nos quedamos petrificados con un paciente en unidad de cuidados intensivos? Ni más faltaba.
La necesaria denuncia debe ceder, cuanto antes, a inspiradores anuncios y propuestas; narrativas que conmuevan emociones constructivas, tonifiquen la voluntad, propicien la acción, construyan puentes, propicien diálogos, reconstruyan valores, detonen hábitos, que encarnen en liderazgos personales y civiles que no se endosen a los histrionismos populistas.
De buscar culpables en medio de moralismos de doble rasero, debemos pasar al compromiso con la responsabilidad personal y comunitaria.
Tenemos derecho al sentido del humor pero no podemos caer en convertirnos en un mal chiste para nosotros mismos y para el mundo entero.
Todo por hacer. La terapia al país no se debe ejecutar entre unos cuantos y para beneficio de unos cuantos. Tenemos que encontrar la fórmula de trabajar entre todos, con todos y para beneficio de todos.
A manera de visión propongo este decálogo:
1) El bien común como horizonte.
2) Dignidad de la persona como principio.
3) Autonomía y sostenibilidad económica, social, ambiental, digital, energética y alimentaria como criterios.
4) Defensa, seguridad y justicia en cada cm2 de la geografía nacional como acuerdos mínimos y prácticas incuestionables.
5) Probidad como rectificación.
6) Mercado, Estado y economía social como medios.
7) Solidaridad como ética.
8) Vida como estética.
9) Confianza como anhelo.
10) más y mejor democracia como camino.
Pasar del libertinaje a la autonomía creativa y responsable; del igualitarismo ramplón a la digna diversidad y de la fraternidad sectaria a la solidaridad incluyente.
Empresarios, trabajadores, artistas y deportistas, como héroes del futuro.
Que el método sea la seducción, ese arte de aprender a ser con el otro y permitir que el otro sea en su dignidad, unicidad e irrepetibilidad, y no la arrogante conquista, esa fatalidad de pretender controlar, someter y usar al otro.