Democracia en serio
miércoles, 24 de septiembre de 2025
Alfredo Sarmiento Narváez
En los últimos 50 años de vida republicana, Colombia no ha tenido amenaza más seria hacia su sostenibilidad democrática, como la que tiene hoy.
Ni Pablo Escobar logró estresar la viabilidad democrática como lo ha logrado hacer Gustavo Petro con su equipo y sus autócratas aliados en el vecindario.
Al menos en tiempos de Escobar y el Cartel de Cali, en el aparato gubernamental, con todo y las debilidades estatales de la época, hubo quien enfrentó y dio partes de tranquilidad al país, luchando contra el narcotráfico y grupos al margen de la ley.
Hoy violentos y corruptos tienen aval gubernamental para ir por lo suyo y fragmentar el territorio.
Para enfrentar los serios ataques a la democracia colombiana, es clave tomarse la democracia en serio; reparar en sus valores, procedimientos, símbolos, instituciones, tendencias globales, retos locales y narrativas.
Llamados a tomarse la democracia en serio están todos: jóvenes, empresarios, trabajadores, gremios, sindicatos, centros de formación básica, media, técnica, profesional, líderes religiosos, medios de comunicación, centros de pensamiento, influencers y políticos de profesión.
Los únicos que no se toman la democracia en serio, aunque posen de demócratas, son los autócratas y populistas de todo lo cuño.
La democracia está amenazada cuando se socavan autonomías de las ramas del poder público, de entidades territoriales, de gremios y sindicatos, universidades y organismos asesores técnicos.
Cuando un gobierno abusa de las facultades de inspección y vigilancia y sus intervenciones presagian agendas shu-shu-shu y expropiaciones fast-track.
Está amenazada la democracia cuando se la reduce a mero procedimiento, para después, erosionar su institucionalidad con arbitrarias medidas adoptadas por agentes gubernamentales.
Está amenazada cuando un Presidente anhela gobernar con facultades extraordinarias de estado de sitio y emergencia económica, como las que existían en la constitución de 1886.
La democracia está amenazada cuando se renuncia a la virtud republicana de respetar al otro, profiriendo insultos a empresarios, periodistas, gremios, invitando a borrar la oposición, lo que allana el camino para la acción criminal.
Está amenazada cuando el valor de la Igualdad se convierte primero en micrófonos para los victimismos y finalmente, en pasarela alterna de Theatrón, y trinchera para trampas juveniles.
La democracia está amenazada cuando se predica la “ política de la vida y amor” y se termina vociferando “libertad o muerte”, blandiendo banderas de cuestionables implicaciones semióticas.
Está amenazada cuando el Estado es cada vez más prepotente con el ciudadano y más impotente con el delincuente, y cuando desde Presidencia vociferan arengas estridentes, adoptan decisiones centralistas, agencian populismos y alcanzan el clímax patético de la crisis del presidencialismo cesarista.
La democracia está amenazada cuando en distintas orillas del espectro político se desdeña la ética y la estética, perdiendo el pudor ante el bien común y el sentido común.
Está amenazada cuando se banaliza el debate político con discursos machistas e histéricos que nada ayudan a edificar la convivencia. ¿El camino? Democracia en serio; más y mejor democracia; democracia sostenible.