Más y mejor democracia
domingo, 30 de junio de 2024
Alfredo Sarmiento Narváez
En diversas partes del mundo democrático, las actitudes, instituciones y procedimientos que caracterizan a las democracias evidencian diversos grados de estrés.
En el contexto americano, norte, centro y sur, son explícitas las dificultades por las que transitan sus democracias.
En medio de esas dificultades afloran las tentaciones populistas y recetas de extremas de izquierdas cada vez más siniestras, apegadas a dogmatismos revolucionarios, y de derechas cada vez menos diestras, cada vez más quietistas, apegadas a dogmatismos reaccionarios.
Los fenómenos concomitantes de violencia, corrupción, narcotráfico, y otras actividades ilícitas, complejizan los retos que enfrentan las democracias en el contexto americano.
Las fuerzas centrifugas que promueven agendas globalistas, y las fuerzas centrípetas que promueven fórmulas más locales y nacionales, están en permanente choque; cada vez se reduce el margen para dialécticas creativas que contribuyan al desarrollo integral de nuestros países.
Grupos identitarios creen tener más deberes y menos derechos que otros grupos de ciudadanos; las cohesiones nacionales ceden a fragmentaciones que imponen discursos y agendas identitarias y tribalistas.
Si antes las mayorías cancelaban los derechos de grupos minoritarios, hoy son las minorías las que administran a su gusto las agendas de cancelación y corrección política, con artificiosos recursos jurídicos y dispositivos mediáticos y culturales.
El resentimiento y del arribismo coexisten como fenómenos sociológicos; el resentimiento propone cambiarlo todo a base de odiar a todos; el arribismo se resiste a cualquier tipo de cambio, a punta de despreciar a todos; son dos caras de la misma moneda.
La teología, en los contextos americanos, suele caer en la tentación de convertirse en un banco de segundo piso ideológico, donde ideologías de primer piso hacen redescuentos narrativos y doctrinales para justificar programas y acciones que oscilan entre la extrema izquierda hasta la extrema derecha.
La noción de pueblo y lo popular han sido instrumentalizados por el populismo.
El bien común y la antropología de la persona, como categorías de análisis y acción política, social y comunitaria, han perdido terreno ante expresiones que reducen lo público a estadocentrismo colectivista y lo privado a mercadocentrismo individualista.
La opción preferencial por los pobres, ha contribuido, enhorabuena, a evitar la aporofobia, pero en no pocos casos ha terminado en una aporolatría inocua e inicua y ha precipitado un explícito odio por el empresariado y la riqueza, mientras la pobreza y la inequidad sigue haciendo estragos.
La solidaridad como ética, la vida como estética, la sostenibilidad económica, social, ambiental, digital, energética y alimentaria, la digna diversidad, la promoción de autonomías, no terminan de cuajar del todo en las democracias americanas.
Estos retos y problemas de las democracias en América se resuelven, no con menos democracia, si no con MÁS Y MEJOR DEMOCRACIA, con más y mejores empresas y empresarios, más y mejores trabajos y trabajadores, más y mejor representación, más y mejor participación.
Sugerencia final: hay que evitar que la democracia quede capturada por supremacismos excluyentes.