¿Oposición petrificada?
miércoles, 12 de junio de 2024
Alfredo Sarmiento Narváez
Nada conviene más a un proyecto autoritario de ideología sectaria, con agenda ágil y metódica de crear caos a fin de corroer instituciones de la vida republicana en Colombia, que lograr inocular sentimientos de escepticismo y pesimismo en el alma de la nación, en sus expresiones civiles y en las personas que participan de su vida comunitaria.
Diversas encuestas arrojan guarismos alarmantes respecto a las expectativas de la ciudadanía con el presente y futuro de Colombia. A un creciente porcentaje de personas que creen que las cosas no van por buen camino, se une un alto y sostenido rechazo a la gestión del gobierno nacional.
Datos del Dane en relación con diversos indicadores económicos y sociales, sugieren un corcho en remolino con tasas de inflación y desempleo que no terminan de ceder, diversos subsectores productivos en crisis, tasas de crecimiento flojas y fenómenos de inseguridad alimentaria y pobreza agravados. Alarmantes cifras de bajo recaudo tributario se unen a esta sintomatología.
Valientes y respetables voces de oposición entre medios de comunicación, líderes políticos, gremiales, sindicales, columnistas y talentosos jóvenes, están concentradas en hacer el necesario control y denuncia de los abusos y protervas intenciones gubernamentales.
Esta labor es necesaria sin lugar a dudas, y demanda gran energía y talento, pero, también hay que decirlo, se queda corta si no logra, más temprano que tarde, una narrativa, un relato inspirador, que permita a Colombia avanzar hacia una comunidad de propósito como país y una comunión de sentido como nación.
Incursa en un laberinto de valores, en una torre de babel y sin brújula que marque un norte se encuentra Colombia; a pesar de ello, y enhorabuena, amplios y mayoritarios sectores de compatriotas quieren seguir optando por un país con más y mejor democracia, más y mejores empresas y empresarios, más y mejores trabajos y trabajadores, con sostenibilidad económica, social, ambiental, digital, energética y alimentaria.
Para convocar a esos sectores, la oposición está llamada a trascender sus lúcidos diagnósticos y excitantes declaraciones individuales y empezar a fraguar voluntades que aceren el temple civil necesario para enfrentar el populismo, incompetencia y mendacidad del gobierno actual, cuya evidente libido totalitaria anhela de perpetuarse por vía de un embutido concepto de poder constituyente.
Diversos sectores de oposición no pueden quedarse petrificados en la mera y exclusiva denuncia; reducirse a ello contribuye, paradójicamente, al escepticismo y el pesimismo funcional a la agenda de caos que agencia el gobierno nacional.
La oposición necesita también disponerse a un diálogo sincero y edificante, capaz de lograr una visión de persona, sociedad y Estado y país, creando una alternativa viable, pensada en clave de bien común, de autonomías, de sostenibilidad, de subsidiariedad, con una ética de la solidaridad, una estética de la vida y una férrea y creativa decisión de caminar por senderos de más y mejor democracia.
El escepticismo o pesimismo que en ocasiones nace de la lucidez y la inteligencia, necesitan ser superados por el optimismo y la esperanza que se forjan a punta de voluntad personal y comunitaria.