Papa Francisco: lo popular y el populismo
jueves, 24 de abril de 2025
Alfredo Sarmiento Narváez
“Morir es una costumbre que sabe tener la gente” es un verso de Borges en su Milonga de Manuel Flores. El Papa Francisco, con dignidad y pundonor, adhirió a la sentencia poética de su amigo Borges, después de una intensa vida pastoral, no exenta de polémicas e interpretaciones polarizadas sobre su legado.
Cristiano como soy de religión y de confesión católica, debo expresar que me conmovió el Papa Francisco, cuando por primera vez se dirigió a la feligresía en la Plaza de San Pedro para solicitar de ésta su bendición antes de proceder a dar la suya. Fue un acto fascinante y paradigmático. También me conmovió el pasado domingo de resurrección, diezmado físicamente como estaba, verle deseando felices pascuas a la feligresía.
Ambos gestos, iniciando su pontificado y a pocas horas de su muerte, muestran fidelidad al pueblo católico. Lo del Papa Francisco fue la teología del pueblo, no la teología de la liberación; fue reiteradamente crítico con esta última. Francisco, emulando sus antecesores hizo dos aportes al pensamiento social de la Iglesia con sus encíclicas Laudato Si y Fratelli Tutti.
En Fratelli Tutti, el Papa Francisco, amante de la categoría pueblo, tiene buen cuidado de invitar a la comunidad católica y a personas de buena voluntad a diferenciar entre lo auténticamente popular, que reivindica como realidad edificante, y el populismo, realidad que el Papa reconoce con gran capacidad corrosiva para la convivencia democrática.
Invito al lector a leer el capítulo V de la citada encíclica, titulado “La mejor política”, numerales 154 a169 , en los que el Papa Francisco se refiere a la necesaria relación entre lo privado y lo público, rescata valores comunitarios y de bien común, critica fórmulas individualistas, reivindica el trabajo como fuente de autonomía y dignidad y afirma que el “insano populismo” es la “habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura de un pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder…exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población…que se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad”.
Esta reflexión es de gran pertinencia para países cuyas democracias, Colombia entre ellas, se ven erosionadas por caudillismos mesiánicos populistas, que usan a manera de pretextos para sus prédicas y acciones, problemas complejos que no resisten soluciones simplistas y reduccionistas, que esos mismos caudillos proponen, como son la pobreza, la corrupción, el cambio climático, la inseguridad y la migración entre otros.
Fratelli Tutti y Laudato Si, del Papa Francisco, y encíclicas como Sollicitudo Rei Socialis, Laborem Excersens, Centesimus Anus de Juan Pablo II, Caritas In Veritate de Benedicto XVI, contribuyen, desde una “teología de la solidaridad y el bien común”, a crear condiciones para democracias sostenibles.
En la próxima columna escribiré sobre Jesús como paradigma de lo popular y Judas como paradigma del populismo, reflexión clave para el mundo democrático cristiano en general y para Colombia en particular.