Soy católico y participo en espacios de comunidad y comunión que ofrece mi Iglesia.
Comparto experiencia mariana con mi esposa. Creo en la comunión de los santos y pido a ellos que intercedan por mi ante la Santa Trinidad para lograr ciertos carismas: a San Ignacio de Loyola pido discernimiento; a Santa Edith Stein empatía; a Santa Teresa de Jesús misticismo; a San Francisco de Asís humildad; a Santo Tomás de Aquino estudio; a San Juan Bautista de la Salle vocación educativa; a San José María Escrivá de Balaguer santificar mi trabajo; a Santo Tomás Moro vocación política, sentido del humor y buena digestión.
Estudio el pensamiento social de la Iglesia y aplico a un doctorado para trabajar una tesis sobre Teología de la Solidaridad y el Bien Común.
Hace 30 años ingresé a la masonería y participo asiduamente en esa comunidad de estudio y filosofía; la disfruto.
Siempre me han notificado en la masonería, incluso antes de entrar, que desde el siglo XVIII, XIX y el siglo XX, bulas pontificas, entre ellas la del Papa León XIII Humanum Genus, prohíben a católicos participar de la masonería, so pena de excomunión.
No sorprende que en días pasados, el Discasterio de la doctrina de la Fe, refrendara la comentada incompatibilidad.
A lo largo de mi vida masónica nunca me han exigido gesto o símbolo alguno que confronte mi calidad de católico.
Los masones saben de mi fe, y entre los que conozco, varios son católicos practicantes, de rezar el rosario, virtuosos cristianos, más que yo mismo (qué es fácil) y que muchos rezanderos que distingo en otros espacios confesionales.
En la masonería, espacio de sociedad civil, he conocido personas de diversas experiencias religiosas: judíos, cristianos protestantes, agnósticos, ateos (para iniciarse como masón hay que reconocer un principio creador).
Siempre he visto una biblia en el ara central que preside los rituales masónicos y se leen varios pasajes bíblicos en ellos.
En masonería uno ve, escucha y lee de todo, con intención humanista y lúdica curiosidad. He estudiado cábala, sufismo, tántrica, alquimia, espiritismo, y como en toda organización, no falta el masón que se lee uno o dos manuales y finge como gran iniciado, dueño del bien y del mal; también aparece el que confunde laicidad con anticlericalismo.
Como algunos católicos, hay masones que, hasta en las humedades de una pared, logran ver signos reveladores que confirman su experiencia.
Cuando las democracias pasa por pruebas ácidas que la ponen en riesgo, y los laberintos de valores y torres de babel confunden libertad con libertinaje irresponsable, igualdad con igualitarismo ramplón y fraternidad con sectarismos, el ser con el tener; cuando la humanidad urge solidaridad y bien común, autoridad legítima y no poderes arbitrarios, obediencia inteligente y no servilismos acríticos, católicos y masones de buena voluntad lo que tienen es trabajo conjunto por hacer; es inicuo e inocuo, perder tiempo en mutuas estigmatizaciones.
Todo lo obligado genera trampa y todo lo prohibido genera tentación.
Si la exposición pública de mi doble condición, siempre la hago, me deja en el vacío y con la prevención de hermanos católicos y masones, no me preocupo, en el vacío y la soledad Dios también se revela a sus criaturas.