Brasil: en camino de una ruptura institucional
El año era 2018, el mes: septiembre. Diez días antes de la primera vuelta de la elección, se perfilaba como probable presidente del Brasil un candidato de derecha por primera vez en los 33 años transcurridos desde la redemocratización del país: Jair Bolsonaro.
En ese contexto José Dirceu, el principal ideólogo y estratega del PT (Partido de los Trabajadores), daba una entrevista al diario español El País en la que decía textualmente: “es solo una cuestión de tiempo para que el PT se tome el poder [en Brasil]… ahí nos tomaremos el poder, lo cual es diferente a ganar una elección.”
El PT del que hablaba Dirceu es el principal representante de la extrema izquierda brasilera. Gobernó el país en cabeza de Luiz Inacio Lula da Silva entre 2003 y 2010 y en seguida con Dilma Rousseff hasta 2016, cuando esta fue objeto de impeachment por delitos contra el presupuesto público.
Casi tres años después de las declaraciones de Dirceu, su profecía camina hacia hechos concretos. Todo indica que en Brasil está en curso un golpe de estado, pero no de los tradicionales, sino uno solapado y silencioso, dirigido por el establishment que se consolidó durante las primeras tres décadas de la redemocratización y cuyos intereses Bolsonaro no representa.
Vayamos a los hechos: 1) Lula da Silva, purgando dos condenas por corrupción que suman más de 17 años fue excarcelado en abril de este año por la Corte Suprema de Justicia tras cumplir tan solo 19 meses de pena. Argumentando vicios de forma, la alta corte le devolvió además sus derechos políticos, haciéndolo elegible como presidente en 2022.
2) En abril comenzó en el Senado brasilero una investigación sobre supuestas irregularidades del Gobierno Federal con respecto a la gestión de la pandemia de covid-19. Ha sido dicho de forma explícita por la oposición que el objetivo de la investigación es justificar un futuro pedido de impeachment contra el presidente.
3) A pesar de que las manifestaciones populares espontáneas muestran un nutrido y sólido respaldo al presidente Bolsonaro en contraste con escuálidos apoyos públicos a favor de Lula da Silva, las encuestas de los grandes medios de comunicación del Brasil indican un contraintuitivo liderazgo del izquierdista en las intenciones de voto en 2022.
4) El gobierno federal, apoyado por amplios sectores de la sociedad, lidera una batalla legal con el objetivo de implementar mecanismos que hagan auditable el voto en Brasil, que actualmente es electrónico. Quien lidera la principal fuerza opositora contra esa iniciativa es por increíble que parezca, el presidente del Supremo Tribunal Electoral, quien debería ser el primero en desear y defender la mayor transparencia posible en las urnas.
Resumiendo: el tradicional establishment ya habilitó a Lula para ser candidato en 2022 y está preparando la inelegibilidad de Bolsonaro para su reelección mientras las encuestas amañadas validan de forma anticipada el triunfo del izquierdista en una elección convenientemente no auditable. Frente a esto Bolsonaro, entendiéndose apoyado por las fuerzas armadas advierte: “Está llegando la hora de todo ser colocado en su debido lugar”.
Frente a una grave tensión interna que poco o nada parece permear el noticiario internacional, los brasileros prenden la respiración y se preparan para una probable ruptura institucional.