“La candidiasis afecta hasta 75% de las personas con vagina en alguna fase de su vida…”
Escribía el 27 de enero el doctor Drauzio Varella a través de su cuenta de Twitter @drauziovarella.
Drauzio Varella es un médico conocidísimo en el Brasil desde hace muchos años. En la época en que no existía la profesión de influencer, el Dr. Varella ya la ejercía a cabalidad impulsado por la visibilidad que le daba la Red Globo.
Interviniendo como invitado en diversos tipos de programas de televisión, siendo entrevistado en reportajes de noticias, actuando como anfitrión en otras emisiones o como columnista del periódico del Grupo Globo, el doctor Drauzio logró consolidar frente a la opinión pública brasilera una imagen no sólo de hombre de ciencia sensato y responsable como también de un humanista preocupado con las dificultades y sufrimientos de los menos favorecidos.
Pues bien, es justamente por la relevancia que tiene el Dr. Varella como figura pública en Brasil que su texto sobre la candidiasis del 27 de enero no puede pasar desapercibido. Que un médico tradicionalmente asociado al rigor científico y a la evidencia objetiva decida de forma premeditada substituir el nombre “mujeres” por “personas con vagina” es una clara señal de que en el mundo occidental la estupidez está llegando a niveles alarmantes.
Uno podría entender que el tal lenguaje inclusivo sea utilizado y promovido dentro de algunos círculos intelectuales con cierto sesgo político y poco compromiso con el rigor lingüístico, pero no adoptado por médicos serios que obviamente estudiaron lo suficiente para tener perfectamente claro que la hembra de la especie humana se conoce inequívocamente como “mujer”, independientemente de como esa persona sienta, interprete o use su sexualidad.
Yo no creo que el Dr. Drauzio haya perdido súbitamente la razón. Lo que creo es que como muchos es una víctima más de la dictadura de lo políticamente correcto, tiranía de la cual el lenguaje inclusivo es una importante falange. El miedo a la ira de los activistas histéricos lo paralizó, dobló y finalmente lo arrodilló.
La exposición permanente a esa forma de dictadura nos afecta de la misma forma en que el agua caliente engaña al sapo en una olla puesta a fuego lento: como no se quema de forma súbita sino poco a poco, el anfibio no se da cuenta de lo que le está pasando, hasta que muere cocinado.
De esa misma forma, hoy todos utilizamos el término “homofobia” en nuestro día a día, sin percatarnos de que esa supuesta fobia no existe en ningún manual de psicología. Una fobia real es un trastorno psicológico manifestado en forma de miedo irracional frente a algo que no representa una amenaza concreta. La homofobia es en cambio una palabra acuñada por activistas de movimientos de ideología de género para patologizar a cualquier individuo que no piense como ellos.
Somos pues víctimas ya de ese lavado cerebral que comienza por la mutación paulatina del lenguaje y terminará en un nuevo tipo de sociedad, con otros principios y otros valores. O sea, el sueño de Antonio Gramsci, ideólogo marxista venerado por los progresistas del siglo XXI y cuyas lecciones están socavando solapadamente los cimientos éticos de la cultura occidental…pero eso es tema para otro artículo.