De castaño a oscuro
El carbón se está viendo desplazado a consecuencia del compromiso contraído por la comunidad internacional en 2015, a través del Acuerdo de París, en el seno de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP21), de descarbonizar la economía, migrando de las energías de origen fósil, que tanto contaminan el medioambiente, hacia las fuentes no convencionales de energías renovables y limpias. Ello situó al petróleo y al carbón en el lugar equivocado de la historia.
De allí la tendencia a la contracción del mercado de uno y otro y la descolgada de sus precios internacionales. La propias empresas ligadas al negocio del petróleo y el carbón han entendido que su perspectiva hacia el futuro está pasando vertiginosamente de castaño a oscuro. Ya lo había dicho predicho el exministro de petróleos de Arabia Saudita Yamani que “la edad de piedra terminó no por falta de piedras y la era del petróleo terminará no por falta de petróleo”. Esta frase puede hacerse extensiva al carbón.
Colombia llegó a posicionarse como el quinto mayor exportador de carbón en el mundo, al punto que el mismo llegó a desbancar del segundo renglón de exportación al café desde el 2000, constituyéndose, junto con el petróleo, en el mayor dinamizador del crecimiento de la economía colombiana y en el mayor generador de divisas del país y de ingresos tanto para la Nación como para las entidades territoriales. Después del más largo ciclo de precios altos, llegando a cotizarse a US $102,35 la tonelada en 2011 y de la máxima producción histórica en 2016 de 91 millones de toneladas, ambos se han venido en barrena debido a la notable reducción de la demanda. En 2020 tocaron fondo el volumen de producción y el precio, registrándose una baja hasta los 53,7 millones de toneladas y US$29, en su orden.
Ello, desde luego, afectará las previsiones de ingresos esperados tanto por parte de la Nación como por los departamentos y municipios, dado que el Presupuesto General de la Nación así como el Presupuesto bienal del Sistema General de Regalías (SGR) tomaron como base un mayor volumen de producción y precios mucho más altos, los cuales han tenido que ser revisados a la baja por fuerza de las circunstancias. A guisa de ejemplo, el cierre de las minas que opera Prodeco en el Cesar le significará al SGR US$86 millones, $357.000 millones en pesos colombianos, anuales menos.
El primer revés se presentó en el mercado estadounidense, que era el segundo destino en importancia de nuestro carbón después de Europa, en donde el gas natural abundante y barato productos del uso de la técnica del fracking, que convirtió a EE.UU., como dijo el presidente Barack Obama, en la Arabia Saudita del gas natural, reemplazó al carbón en sus centrales térmicas de generación. Se calcula que en Europa y EE.UU. la demanda de carbón ha caído 39%, aproximadamente, con tendencia a una mayor caída dado el compromiso que han contraído de alcanzar la neutralidad de sus emisiones hacia el año 2050.
Como lo avizoró oportunamente el expresidente de Cerrejón, Guillermo Fonseca, “el carbón está en declive y la compañía está sufriendo” y lo que es más grave, estamos “en el lado equivocado del Canal de Panamá” por donde toca transitar para llegar al último reducto de nicho de mercado que le está quedando al carbón, que es el mercado asiático, en donde nuestros carbones no son competitivos por los altos fletes. Y fue más lejos en sus malos presagios, al señalar que estamos ante “una contracción estructural”, advirtiendo además que “en los próximos cinco años la demanda de carbón del mercado del Atlántico (Europa, Mediterráneo y las Américas), y que es nuestro mercado natural, se va a contraer a la mitad”.
Los hechos son tozudos, estamos en presencia de una realidad incontrastable, una reconfiguración del mercado que no favorece a los carbones de Colombia. En este contexto y con estos antecedentes no sorprende la decisión tomada por la multinacional Glencor de abandonar sus operaciones y devolverle el título minero de Calenturitas y La Jagua en el departamento del Cesar por parte de su filial Prodeco a la Agencia Nacional Minera, al considerar que “no resulta económicamente viable” continuar con la operación.
Ello, después de solicitar infructuosamente que le permitieran suspender sus operaciones por espacio de cuatro años. En su alegato ante la ANM sostuvo que “durante los años 2010 a 2019 se han cerrado 39 GW de capacidad europea de generación a carbón y se proyecta cerrar 52 GW más hasta el año 2030. La reducción en la capacidad de generación ha producido una demanda decreciente de carbón importado en Europa y en el mercado más amplio del Atlántico”. Y, de contera, enfatiza, “los costos sustancialmente más altos hacia el Asia afectan la competitividad”, sacándolo de dicho mercado.
Este hecho, que estuvo antecedido por el cierre de las minas de El hatillo y La francia, en El Paso (Cesar) por parte de la multinacional Colombian Natural Resources, no es un asunto menor y obliga a encender todas las alarmas, porque no se auguran tiempos mejores para el carbón. Prodeco es la tercera empresa productora/exportadora de carbón en importancia, participando con 25%, con 15,3 millones de toneladas en 2019, sólo superada por Drumond y Cerrejón, de la cual su matriz Glencore posee 33,3%. Prodeco, además, es la segunda empresa en generación de empleo en el Cesar, después de Drummond, con 4.500 operadores entre directos e indirectos. Tanto el departamento, como los municipios de La Jagua y Becerril, que recibieron en el bienio 2019 - 2020 $65.000 millones y $15.000 millones, respectivamente, verán menguados sensiblemente sus ingresos.
Así las cosas, como lo hemos venido planteando desde hace mucho rato, Colombia debe emprender cuanto antes un serio compromiso de diversificar y desprimarizar su economía, única ruta para un mayor y mejor crecimiento.