Analistas 09/03/2022

Una nueva alianza

Andrés Caro
Candidato a doctor en derecho por la Universidad de Yale

He sido muy crítico de la política exterior norteamericana en estas columnas (como si alguien en los pantanos de Washington las fuera a leer). Los primeros cien días de Biden, buenos para la política interna, fueron débiles en materia exterior. Lo de Afganistán fue un fiasco que dejó al descubierto la falta de planeación de la administración y del ejército, y acaso su desprecio por aquellos aliados que más pellejo se jugaron en la llamada “guerra contra el terror”.

Pero estas últimas dos semanas han mostrado que Estados Unidos no se equivocó al elegir a Biden (la otra opción era tan evidentemente mala que esto será una obviedad para quienes lean esto), y que Biden no se equivocó al nombrar a Blinken como su Secretario de Estado. En la crisis de seguridad global más grande que el mundo ha enfrentado desde la guerra fría, hemos visto y podemos agradecer la experiencia de estos dos “insiders”, que tanto parecen haber aprendido de sus errores. Estoy seguro de que Afganistán no es un mejor lugar del que era hace un año, pero también estoy seguro de que el mundo podría estar mucho peor si Biden no hubiera estado a cargo en las últimas dos semanas, en las que Estados Unidos decidió compartir su inteligencia con los líderes europeos para crear un consenso para cancelar a la cleptocracia rusa y su violencia.

Estados Unidos ha estado a la cabeza de la respuesta occidental a la agresión rusa a Ucrania, y ha logrado formar una especie de nueva e inesperada alianza occidental contra el totalitarismo ruso, y contra sus alfiles. Estados Unidos se contentó con Francia, y ha aprovechado el prestigio que Macron heredó de la Merkel. Logró alinear al Reino Unido, y le dio la oportunidad al Partido Conservador y a Boris Johnson de mostrar que, aunque fuera de la Unión Europea, pueden seguir siendo europeístas y defensores de cierta idea de occidente que vale la pena ser defendida al lado de los países europeos. Estados Unidos ha apoyado a la Unión Europea, y, quizás más importante, ha consolidado a la Otan, logrando lo impensable: que Alemania se comprometa a cumplir con la cuota de 2% anual para defensa, que envíe armas a los patriotas ucranianos, y que no apruebe el gasoducto North Stream 2 con Rusia, uno de los proyectos de infraestructura más grandes de Europa.

Esta fortaleza global se ha visto reflejada en el ostracismo de Rusia y sus aliados de la comunidad internacional. Sin embargo, puede que sea muy breve. Sin embargo, si se logra consolidar en el tiempo, la alianza fortalecerá la posición occidental (relativamente liberal y democrática) en las negociaciones con China, con Irán, y con los países árabes. En el mejor de los casos, occidente -y ya no un país particular- habrá vuelto a ser una fuerza con la que el resto del mundo tendrá que lidiar; claro, si los ultra conservadores norteamericanos no se dejan contaminar más por fake news y desechan el trumpismo, y si occidente logra alinear su poder militar con una estrategia clara de contención de Rusia y de China, que sirva para prevenir guerras, crímenes de lesa humanidad, agresiones e invasiones y, sobre todo, el uso de armas nucleares.

Así como esta alianza debe contribuir a reducir el riesgo nuclear, debe asumir la tarea de minimizar otros riesgos existenciales que amenazan la supervivencia de la humanidad, especialmente el cambio climático. Hace pocos días, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicó su sexto reporte. La invasión a Ucrania no dejó que sus terribles conclusiones ocuparan la atención del mundo: la mitad de la humanidad está catalogada como “altamente vulnerable” a los impactos del cambio climático, un billón de personas viven en áreas que sufren o sufrirán inundaciones devastadoras, y el 10% de la tierra cultivable se volverá inútil para la agricultura.

No es Rusia nuestra principal amenaza, sino el cambio climático producido por las naciones más ricas desde hace más o menos medio siglo. Sin embargo, el nuevo sistema de alianzas que parece haber resurgido en las últimas semanas puede ser el motor para que estas naciones logren responder acertadamente a esta amenaza.

P.D. Y hablando de alianzas, si, como muestran las encuestas, Sergio Fajardo gana la consulta de este fin de semana, haría bien en considerar a Carolina Soto como su fórmula vicepresidencial. Ella sería clave para enfrentar y responder a cuatro desafíos que el próximo gobierno va a encontrar: el desempleo, la inflación, las pensiones y el recaudo. Esta fórmula también serviría para acercar a dos equipos de campaña que, por el bien de Colombia, se deberían juntar.

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