¿Cómo el Progresismo frena el progreso?
El Progresismo es una corriente política que pretende alcanzar una sociedad más justa, inclusiva y equitativa a través del intensivo intervencionismo estatal en todos los frentes de la existencia humana, la búsqueda activa de la reducción de las desigualdades y la lucha por causas identitarias, generalmente asociadas a minorías. En la práctica, su denominación es una antífrasis: una figura retórica que consiste en emplear una palabra o expresión para referirse a algo diciendo exactamente lo contrario de lo que en realidad se quiere comunicar ¿Por qué? Porque el Progresismo frena el progreso.
Si entendemos el progreso como el avance de un país de un estado menos favorable a otro mejor, donde la calidad de vida promedio de los habitantes avanza, la realidad demuestra que con el Progresismo un país deja de progresar ¿Cómo se materializa ese freno al progreso?
Primero, el alto intervencionismo del Progresismo afecta negativamente los factores determinantes del progreso. Debilita la educación de un país al orientarla hacia el adoctrinamiento ideológico en detrimento del desarrollo de habilidades y competencias en alta demanda. Desincentiva el desarrollo tecnológico al generar trabas a los sectores centrados en el emprendimiento y la generación de valor. Merma la competitividad al dejar en un segundo plano el desarrollo de infraestructura y bienes públicos que permitan a las empresas prosperar en mercados internacionales e impone cargas regulatorias y tributarias que aumentan continuamente los costos para hacer empresa. Impide el desarrollo de mercados eficientes al sumergirlos en incertidumbre e inseguridad jurídica debido al exceso de regulación y la arbitrariedad en su aplicación. Y distorsiona la formación de precios a través de sus políticas (control de precios, monopolios impuestos, arbitrajes regulatorios, etc.) generando escasez, inflación y deterioro en los servicios involucrados.
Segundo, el Progresismo subvierte los incentivos de la población. Debido a las diferencias e inconsistencias en el tratamiento estatal, el Progresismo hace más atractivo desempeñar actividades como el crimen o la pugnacidad social que crear empresa lícita o emplearse. El premio deliberado o inconsciente a las actividades improductivas o ilícitas altera el cálculo racional de las personas sobre qué es más conveniente o rentable. Por ello, la lucha por la afiliación a grupos victimizados, el despliegue de actividades criminales o la búsqueda de cargos burocráticos a través del clientelismo terminan siendo elecciones lógicas y sensatas en un país donde los incentivos están orientados a premiar estas conductas.
Finalmente, el Progresismo compromete el futuro de un país a través de la persecución de medidas inmediatistas que no resuelven los problemas estructurales subyacentes, pero sí los agravan. El crecimiento elefantiásico de la burocracia estatal, el otorgamiento de subsidios a grupos identitarios o la aprobación de reformas que elevan el gasto público futuro, brindan la sensación de cambio mientras en realidad descuidan las causas de los problemas y crean otros aún peores. La insostenibilidad de las finanzas públicas, la inflación, la devaluación, el éxodo de capital humano y más pobreza es el verdadero legado del Progresismo en el largo plazo.
Si aún usted se siente seducido por esa aura de empatía y bondad que brinda a sus defensores, por favor tenga en cuenta que, al apoyar al Progresismo, usted está comprometiendo su propio progreso y el de su país.