El elemento olvidado del progreso de Colombia
Inmersos cotidianamente en el tweet o escándalo del momento, Colombia ha sido alejada de las conversaciones relevantes para progresar. Atrapados en la dinámica de un gobierno extremista que todos los días revive alguna mala idea y busca infligir daños generalizados bajo el pretexto de la justicia social, el país carece de una estrategia para salir adelante. Para recuperar el norte, debemos ir más allá de seguirle el juego a las sandeces cotidianas de un gobierno empantanado por su ineptitud, corrupción y sectarismo y proponer caminos para el futuro.
La visión del Progresismo, que tanto sedujo a los colombianos en 2022, se funda en que las grandes brechas de ingresos y riqueza justifican el rol protagónico del Estado para lograr un equilibrio más “justo” en la asignación de recursos. En esencia, el Estado contribuye al progreso y hace justicia administrando cada vez más ámbitos de la vida humana, protegiendo al individuo de la economía de mercado, otorgando privilegios a ciertas minorías y extrayendo cada vez más riqueza de los sectores productivos para generar rentas a grupos seleccionados arbitrariamente, financiadas con recursos públicos obtenidos de la tributación y la deuda crecientes.
Como ya han podido constatar los colombianos (así algunos no lo quieran reconocer), esta visión conduce a resultados contrarios a sus intenciones. En la práctica, esta visión ha producido (i) un gasto público desaforado que torna insostenible las finanzas públicas (déficit fiscal de 5,3% proyectado 2024 y crecimiento hasta de 18% anual del presupuesto general de la Nación), (ii) un crecimiento económico nulo o mediocre (0,6% en 2023 y 1,8% proyectado para 2024), (iii) un ahorro bruto en niveles mínimos desde 1960 (10% del PIB), (iv) una caída récord en la inversión (- 27% en formación bruta de capital en 2023) y (v) una ineficiencia generalizada en la prestación de servicios públicos, caracterizada por una baja ejecución (inferior al promedio histórico) y el deterioro en la calidad de los servicios (retratada en el aumento de 40% en la presentación de tutelas en el sector salud). Las cifras de apenas dos años demuestran que el Progresismo en Colombia está destruyendo valor y no mejora la calidad de vida de los ciudadanos.
Ante el fracaso cada vez más evidente de la visión progresista, es urgente poner sobre la mesa alternativas que sí promuevan el progreso. En lugar de seguir premiando el victimismo y la lucha de privilegios entre grupos, Colombia debe retomar la productividad como el eje de su futuro. El próximo gobierno debe partir de la base de que el verdadero progreso de un país se logra mejorando la productividad a gran escala. La historia económica demuestra que esto solo se logra mediante educación excelente y relevante por parte de la familia y el sistema educativo, tanto en habilidades y competencias como valores y civismo y la consecuente generación de oportunidades con acceso amplio y relativa igualdad de condiciones.
Desde ya los ciudadanos deben estar monitoreando propuestas que promuevan la mejora en productividad a través de ideas como: (i) la reforma estructural del sistema educativo dirigida a generar personas aptas para el mercado actual, (ii) la orientación de la función pública hacia la mejora de la competitividad del país, (iii) la simplificación de la regulación y la tributación, (iv) la mejora de bienes públicos básicos como la seguridad y la infraestructura y (v) la racionalización del gasto público. La productividad es el elemento olvidado del progreso de Colombia.