Analistas 12/07/2022

La cura para la insatisfacción social

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros

Con el nuevo gobierno electo, Colombia se ha unido a una amplia corriente mundial que buscar aplacar la creciente insatisfacción social a través del crecimiento acelerado del tamaño del Estado. En el vaivén del péndulo de la Historia, desde la Gran Recesión de 2008 paulatinamente ha vuelto a ser mayoritaria la apuesta por un Estado grande que intervenga en cada vez más ámbitos de la vida humana y la economía.

Esta nueva era de fe en el gran Leviatán viene revitalizada por (i) un entusiasmo en el dirigismo estatal de la industrialización de los países para proteger “campeones nacionales”, corregir las “vulnerabilidades estratégicas” y salvaguardar la “seguridad nacional”; (ii) la renovada creencia de que más regulación y burocracia asegura un mundo mejor; y (iii) la constante búsqueda de una justicia social que modere la cruda lógica de la selección natural inherente a la economía de mercado. En este panorama global, ¿es previsible ver un alivio a la evidente insatisfacción social en Colombia a través de un creciente gasto fiscal? El caso más ilustrativo del mundo parece mostrar que tristemente no será así:

Francia es el país con mayor gasto estatal del mundo con relación al tamaño de su economía, según el ranking de la Ocde. Es un Estado Social de Derecho, como lo es Colombia en su Constitución Política, que gasta anualmente el equivalente 60% de su PIB (vs. 37% de Colombia) en seguridad social, seguridad, educación, salud y servicios sociales.

Francia sostiene este excepcional gasto público con una economía robusta -la séptima más grande del mundo- y cuenta con el liderazgo de Emmanuel Macron, quien es uno de los pocos gobernantes en el mundo que ha logrado sobrevivir a la impopularidad sobreviniente de las dificultades traídas por la pandemia del Covid-19.

En medio de esta turbulenta época, la Francia de Macron ha tenido resultados contundentes: fue el segundo país desarrollado -después de Estados Unidos- en recuperar el mismo tamaño de la economía prepandemia; logró un crecimiento notable del PIB de 6% en 2021 (superior al de Alemania, Japón, Italia, España y varias otras economías avanzadas), mantuvo niveles estables de desempleo alrededor de 7,5% gracias a una mezcla de soporte al empleo y mejoras en la competitividad del país y ha catapultado a Francia como líder de la Unión Europea y actor de gran relevancia internacional.

A pesar de estar en el Top 5 mundial de los rankings de mayor gasto público total y en proporción al tamaño de su economía, para los franceses no es suficiente. En encuestas recopiladas por France 24, previas a las elecciones legislativas del mismo día en que elegimos nuevo gobierno en Colombia, 80% de los franceses opinó que el país iba por mal camino, 55% reportó ser infelices y 37% afirmó estar llenos de rabia.

Como consecuencia de estas tendencias, tan solo 45% del censo electoral salió a votar y eligió quitarle la mayoría legislativa a Macron y posicionar como líder de la oposición en el Congreso a una coalición de izquierda (Nupes), encabezada por Jean-Luc Mélenchon, expreso admirador de Hugo Chávez. Francia optó por desmontar el proyecto legislativo pragmático del gobierno y robustecer un movimiento que pretende "colectivizar" la economía, subir exponencialmente los impuestos, disparar aún más el gasto estatal en servicios sociales y buscar la destitución del presidente Macron.

Francia es prueba contundente de que la para la insatisfacción crónica de una sociedad ningún incremento en el gasto estatal parece ser suficiente. La adaptación hedonística, conforme a la cual rápidamente los individuos nos acostumbramos a niveles crecientes de placer o prosperidad, parece hacernos ignorar lo bueno que nos rodea, enfocarnos en lo que no funciona y encauzar nuestras frustraciones hacia la elección de proyectos políticos que ponen en riesgo las bases de lo que sí funciona.

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