Analistas 15/10/2025

La fábrica de víctimas

Andrés Felipe Londoño
Asesor en transformación digital legal de servicios financieros

El victimismo es una actitud en la que una persona se percibe y se presenta como un sujeto cuyo destino y resultados han estado determinados por factores externos, tales como las conductas de otras personas o “el sistema”. Es una identidad basada en la asignación de culpas a otros de las condiciones de vida actuales que suele conducir a la evasión de la responsabilidad personal y a la búsqueda de beneficios emocionales o sociales. Thomas Sowell resume brillantemente el atractivo del victimismo de la siguiente forma: “Cuando las personas se enfrentan a la alternativa de odiarse a sí mismas por su fracaso u odiar a otros por su éxito, rara vez eligen odiarse a sí mismas.”

En un país con uno de los más altos índices de desigualdad del mundo, el victimismo es rentable políticamente. Es intuitivo creer que los movimientos políticos que promueven este victimismo, como el Progresismo, busquen mejorar los factores externos que aquejan a las masas víctimas del sistema. Si la causa de todos los males se debe a factores exógenos al individuo, la política pública de estos movimientos políticos tendría entonces que centrar todo su foco en resolverlos.

Sin embargo, la experiencia demuestra lo contrario. Lejos de buscar soluciones a problemas estructurales que condicionan el destino de las personas, estos movimientos políticos agrupados bajo el Progresismo lo que buscan es multiplicar víctimas y, por ende, clientes políticos. En Colombia, tras más de tres años en el poder, el Progresismo se ha encargado de poner en marcha la fábrica de víctimas de distintas maneras, de las cuales expongo tres enfocadas en la educación:

La primera, el Progresismo ha destruido la expectativa de obtener una buena educación superior. Con la eliminación del subsidio a los créditos de educación superior y la reducción de 80% de presupuesto de la entidad que los otorgaba, el Icetex, el Progresismo cumple su objetivo de producir víctimas. Al destruir el funcionamiento del crédito público de la educación superior, asegura que muchos jóvenes colombianos que aspiraban a prepararse académicamente no puedan asumir financieramente su sueño. Como resultado, jóvenes que, con el apoyo del Estado, antes desarrollaban habilidades y competencias relevantes para mejorar su calidad de vida de manera autónoma, ahora verán su movilidad social coartada por políticos que prefieren dejarlos en la miseria. El consecuente bajo desarrollo de capital humano, la baja capacidad de generar ingresos y la comparación en redes sociales se encarga del resto: transformar a un futuro profesional en una valiosa víctima.

La segunda, el Progresismo hace un esfuerzo sostenido por reinventar la historia. “La manera más eficaz de destruir a un pueblo es negar y aniquilar su propia comprensión de su historia”, decía George Orwell. No en vano, la educación pública está permeada de propaganda, omisión de data contraria al relato victimista y una orientación de la pedagogía hacia la crítica social y no hacia el desarrollo de habilidades y competencias relevantes para el mercado laboral.

Y finalmente, el Progresismo promueve la empatía selectiva para afianzar el victimismo. Al promover el activismo social por causas cuidadosamente seleccionadas, como el conflicto palestino, de manera calculada fomentan la conducta basada en fallos y sesgos cognitivos, el tribalismo y la identidad de grupo para dividir a la sociedad entre víctimas y victimarios. Así, contaminando la educación en todas sus formas, se mantiene encendida la fábrica de víctimas.

TEMAS


Progresismo - Icetex - Política - desigualdad