Legado de Navalny para Colombia
Vladímir Putin, uno de los más despiadados tiranos del mundo, logró finalmente su objetivo de eliminar a su principal opositor, Alexei Navalny. Su historia llegó a su fin, encerrado en un remoto gulag moderno en Siberia llamado el Lobo Polar, luego de dedicar su vida a sembrar la esperanza a los rusos y a revelar la corrupción inherente a la cleptocracia que gobierna.
Su trágica muerte extiende un legado para el mundo sobre cómo enfrentar a los regímenes basados en la mentira, la represión y el miedo, y cómo conectar emocionalmente con poblaciones desencantadas y escépticas de cualquier mejora.
En un país como Colombia, donde los escándalos de corrupción son normalizados, los engaños políticos pasan desapercibidos y la oposición es poco efectiva para conmover a la gente, es urgente captar algunas de las lecciones de Navalny:
Primero, la oposición debe arraigar la creencia de que un mundo mejor es posible, a través de una estrategia clara, sencilla y realista. No basta con criticar las nefastas políticas públicas propuestas por el gobierno, desarticular sus argumentos cotidianos o destacar su evidente ineptitud.
Navalny sembró la idea de que una Rusia democrática, libre y basada en la verdad era posible a través del castigo irrestricto de la corrupción, la creación de reformas orientadas a eliminar privilegios y desestatizar la economía, garantizar derechos civiles inexistentes, como la libertad de expresión o de asociación, y establecer el imperio de la ley a través de la separación de poderes y la igualdad formal ante la ley.
Segundo, el “cómo” importa igual o más que el “qué”. Navalny, que decía que aprendió todo sobre política viendo series como The Wire o The West End, lograba atraer adeptos a través de un estilo carismático, natural y cercano, mezclado con una comunicación sarcástica, informada y simple. Su autoridad moral, coraje y optimismo los transmitía en sus apariciones políticas en todos los territorios de la vasta Rusia.
Pero más allá de su presencia creaba estructuras políticas descentralizadas, enfocadas en lograr su supervivencia en medio de la represión y en obtener victorias regionales para los opositores. Su mensaje era sencillo, pero poderoso: “vote por el que no sea de Putin, que más tenga opciones de ganar”.
Tercero, su presencia en redes era central para contrarrestar la propaganda, evitar la censura, pero, sobre todo, para lograr la escala necesaria. Navalny contaba con un equipo multidisciplinario de profesionales que cubría todos los frentes relevantes de su estrategia de comunicación: la calidad de las historias, la medición de la efectividad del mensaje, la verificación de fuentes, el diseño del hilo conductor, los riesgos jurídicos y de seguridad, los medios de difusión y la tecnología para obtener evidencia relevante para sus denuncias.
Su comunicación masiva era tan eficaz que un video sobre su denuncia sobre un lujoso y excéntrico palacio secreto de Putin, valorado en US$1.000 millones, llegó a ser visto 129 millones de veces por Youtube.
Quienes estén comprometidos con plantear una alternativa real frente al populismo extremista de Petro y ganar la presidencia en 2026, deberían estudiar con mayor profundidad la leyenda de Alexei Navalny, el cual logró ilusionar a los rusos con un proyecto político sólido, auténtico y pragmático de liberación de la oscuridad que impera en Rusia.