Comprensión y cultura, faltan
Entendida la primera palabra del título como entendimiento, percepción, discernimiento y más ampliamente como el distanciamiento generoso del punto de vista de uno mismo y del propio raciocinio en busca de una afinidad y una convivencia pacífica, y, el segundo de los términos como un conjunto de modos de vida y costumbres, no es muy difícil llegar a la conclusión que en los tiempos actuales y especialmente en nuestra sociedad y en nuestro país hace falta la aplicación de los conceptos que conllevan estas dos palabras y la conjugación del verbo comprender.
No es suficiente solamente con buenas instituciones, con buenos funcionarios, con buenos líderes (tan escasos en estos tiempos), con buenas leyes, con buena justicia (ausente por falta de voluntad política del ejecutivo y del legislativo), con castigos ejemplarizantes, con buenas intenciones, con discursos grandilocuentes. Es necesario adquirir conciencia y hacer cambios a nivel individual, en un ejercicio y compromiso particular y singular, de la percepción de lo que es vivir en sociedad y del concepto de cultura entendido como un modo de comportamiento adecuado en todos y cada uno de nuestros actos; y, ojo no es retahíla, no es una simple teoría, no es un sermón, son simples definiciones que si permitiéramos que limitaran nuestra forma de actuar y de convivir y de relacionarnos con los demás, cambiarían sustancialmente nuestra propia vida y la vida en sociedad para mejorar de una manera contundente y radical. La realidad presenta tantas facetas como personas somos, pues no es otra cosa que la percepción que cada uno de nosotros tenemos del presente, que se forma por una mezcla indisoluble entre el pensamiento y la emoción, el problema radica en que estamos inmersos, de una manera errada, en una existencia insolidaria, egoísta, protegiéndonos de una colectivización pero de manera equivocada, poco o nada empáticos.
Estamos siendo sujetos pasivos de unas ideologías malentendidas, con ocasión de las cuales nos mueven manipulando nuestras emociones y necesidades, buscando fines perversos y aunque el ser humano puede corromperse siempre hay algo en el interior de cada uno de nosotros que nos inclina a obrar a de una manera correcta; es algo natural, es algo inherente. El ser humano no es algo absoluto y definitivo, todo lo contrario, somos materia finita, en cada momento estamos en construcción o en destrucción, pero siempre cambiantes, mutantes, inacabados.
Vivimos, mayoritaria e infortunadamente, como dice el maestro Rafael Narbona, en una sociedad en la cual “…el éxito económico se convirtió en sinónimo de excelencia y la ostentación se considera la expresión legítima de los logros personales, tener y no ser se convirtió en la aspiración hegemónica…” qué horror, qué grave, no es una mirada pesimista, todo lo contrario, es una visión realista de lo que actualmente se vive con el objetivo de llamar la atención sobre esta desviación ética.
Es, pues, hora de tomar conciencia, de razonar, de reflexionar, de entender que, con un mínimo de comprensión, de cultura, de civismo, de buen comportamiento, de esos aparentemente pequeños, pero tan significantes modos de comportamiento que utilizamos en el día a día, podemos mejorar nuestro entorno; es la única vía, no hay otra. Si no es ahora, ¿Cuándo?
Remate. Perdón, si, olvido, no, Los nuevos gestores de paz, el ratón cuidando el queso.