Analistas 04/05/2023

Casa en el aire

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Ante la reacción intempestiva del presidente Petro de echar a los pocos ministros que representaban un grado de ecuanimidad y certidumbre en su gobierno, y ver cómo cada día radicaliza aún más su discurso y su gabinete, la pregunta de la mayoría de los colombianos es, ¿qué hacemos? ¿vendemos todo y nos vamos? ¿habrá luz al final del túnel?

Me gustaría opinar diferente, pero ante el llamado al ‘desorden social’ del mandatario el pasado 1 de mayo y la apología al crimen enalteciendo a la Primera Línea por la vicepresidenta en Cali, no queda más remedio que amarrarse el cinturón. Seamos claros, a Petro no le interesa buscar consensos o fortalecer su coalición de gobierno, pasar reformas sociales en el Congreso para mejorar la vida de los colombianos, construir sobre lo construido o trabajar armónicamente y respetar el fuero de las demás instituciones democráticas. Su proyecto de gobierno es -y siempre ha sido- acudir a vías de hecho, incendiar la calle y generar el caos, para así tener la excusa de convocar una constituyente que le permita perpetuarse en el poder y destruir Colombia como hicieron con el vecino país.

Para frenarlo, es obligatorio construir una verdadera oposición capaz de defender las Constitución y las instituciones democráticas. Necesitamos la voluntad política de nuestros dirigentes para trabajar en unidad con el objeto de propinarle una derrota contundente al Pacto Histórico y a Petro en las próximas elecciones de octubre. Debemos presentar candidatos de unidad para las contiendas más importantes, como son Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, y convocar votos de todas las vertientes políticas sin importar vanidades, egos, rencillas o intereses personales.

Que César Gaviria y Vargas Lleras -que hoy representan una voz de contención en el congreso- se mantengan fuera de la coalición de gobierno por principio, y no porque este gobierno no les ofrece las prebendas burocráticas a las que están acostumbrados. Que alguien con cordura y decencia se tome la dirección del Partido Conservador, para acabar con la mermelada y sacar a aquellos que -como denunció Laureano Gómez en el parlamento hace ya un siglo- se venden por un plato de lentejas. Y que el expresidente Santos y su Partido de la U, asuman su responsabilidad en este experimento fallido y no sigan cometiendo el error de apoyar a Petro soterradamente.

Si algo quedó claro del descalabro de la izquierda en El Salvador, Chile, Uruguay y Perú -con alta probabilidad de replicarse en Argentina- es que al común de la gente le preocupa más su seguridad y bienestar económico, que las arengas socialistas de lucha de clases, que no conducen a nada. Si queremos tranquilidad y prosperidad económica, necesitamos ponerle freno a la social bacanería y al despilfarro por el que nos quiere llevar este gobierno. No permitamos que una vez más un líder ególatra y con ínfulas de grandeza, le otorgue impunidad total y representación en el congreso a delincuentes bajo la narrativa de la paz -y que los narcos sigan cogobernando-. Sin autoridad y orden, no hay paraíso.

Llamemos las cosas por su nombre. Estamos frente a un pichón de dictador. Si no lo bajamos a tiempo, nos vamos a quedar como en el vallenato del maestro Escalona, construyendo casas -y empresas- en el aire.

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Gustavo Petro - Lo bueno, lo malo y lo feo de las reformas - César Gaviria - Germán Vargas Lleras