El fracaso del éxito
Me ha sorprendido cómo -con los recientes acontecimientos políticos y económicos en el país- ha surgido un cierto desprecio generalizado por los paisas, particularmente en las élites empresariales y sociales de Bogotá. No sé si es producto del debate electoral o si está relacionado con nuestro otro deporte nacional: la envidia. Independiente de la orilla dónde estemos parados, no podemos desconocer que el modelo antioqueño logró recuperar y sacar adelante a una ciudad y una región, que estaban cooptadas por el narcotráfico. Territorio que, hasta hace poco, era un ejemplo exitoso del modelo colaborativo entre el sector público, privado, la academia y los sectores sociales. Quizás, es el éxito de su modelo -la ética y disciplina de trabajo, la austeridad y la consecuente superioridad moral- la causa de la bronca.
La izquierda internacional y los movimientos progresistas en el mundo llevan décadas criticando el modelo capitalista, calificando la generación de riqueza de ‘salvaje’ y argumentando que los únicos beneficiarios del capitalismo son el 1%. No entienden que para repartir riqueza, primero hay que generar riqueza. Tampoco les importa la generación de empleo, el desarrollo científico y tecnológico, la contribución al fisco, o que buena parte de la clase trabajadora -así como los pequeños y medianos empresarios- vivimos de esos grandes capitales. La narrativa de la izquierda ha sido tan exitosa, que hasta empresarios de la talla de Elon Musk y Jeff Bezos, se han convertido en ‘capitalistas vergonzantes’, dedicando grande parte de su tiempo a causas sociales y filantrópicas, buscando defender sus fortunas.
En ese sentido, el ‘modelo paisa’ fue innovador y transformó el concepto capitalista tradicional, integrando conceptos de responsabilidad social y gobierno corporativo a su misión empresarial. Sus líderes -hoy altamente vilipendiados- entendieron que era necesario reinvertir las utilidades para modernizar sus estructuras, fortalecer sus prácticas de gobierno corporativo, y convertirse en factor de crecimiento y competitividad en las industrias en las que operan. Apostaron a expandirse geográficamente, a desarrollar una cultura organizacional donde los empleados pueden crecer dentro de las organizaciones y ser benefactores directos de su propio éxito mediante bonos y acciones.
Democratización de la propiedad que, paradójicamente, tanto vienen pregonando la izquierda y los populistas por años. Invirtieron en el Plan Colombia y posteriormente en zonas de conflicto, apostatándole a la seguridad y a la paz. Sus resultados ya se han visto en los más de 385 proyectos en educación, salud, agua potable y emprendimientos que el empresariado ha impulsado y financiado a través de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial PDET en el Bajo Cauca Antioqueño, además de otros 174 en el Urabá Antioqueño. Por no hablar del resto del país.
Por eso me sorprende que el ‘establishment’ bogotano, la izquierda, el gobierno, el Uribismo -y hasta buena parte del sector empresarial-, aplaudan la destrucción de este modelo y favorezcan las movidas depredadoras de un capitalista errante cuyo compromiso con el país está aún por verse.
Por eso, si les preocupa la posible llegada de Petro a la Presidencia, les debería también preocupar de mano de quién llegue.