Analistas 23/02/2023

Fascismo Social

Andrés Otero Leongómez
Consultor en Investigaciones e Inteligencia Corporativa

Con la excusa de representar grandes reformas sociales y económicas, el gobierno Petro muestra su verdadero carácter totalitario y populista. Dice defender a las minorías y a los más necesitados, pero sus reformas progresistas terminarán por empobrecer a todo un pueblo. Profesan igualdad social, transición energética y querer convertir a Colombia en potencia mundial de la vida, pero sus políticas y propuestas son un retroceso para la democracia, para el medio ambiente y para la seguridad.

Los gobiernos de izquierda en América Latina actúan de manera parecida a los regímenes fascistas o nazis que dicen criticar. Generan un sentimiento nacionalista a base de atacar el capitalismo, creando división social y odio entre su gente. Siempre hay un culpable de todos los males, un enemigo a derrotar, que no lo es por sus comportamientos individuales, sino por su identidad colectiva: los judíos en el caso de Hitler, la “oligarquía” en el caso de Petro.

En un comienzo, generan mayorías por cuenta del gasto burocrático, contratos estatales y corrupción. Sobornan a los partidos de oposición, -para no hablar de “coalición”-, hacen acusaciones temerarias, amedrentan a sus contradictores y desprecian a los medios de comunicación y a los políticos que los eligieron. Cuando no logran pasar sus reformas en el Congreso, llaman a la gente a la calle para gobernar por decreto -o por la “voluntad del pueblo”-. Se declaran víctimas de la anarquía que ellos mismos generaron y generan el caos con el fin de perpetuarse en el poder. Ante su ineptitud para gobernar, aprovechan la ira de la gente para incendiar las calles y culpar a la oligarquía y al establecimiento de su propia incompetencia. Una distopía tipo “Juegos del Hambre”, como es el caso de Cuba, Corea del Norte, Venezuela y ahora Rusia.

El gobierno Petro, siguiendo el libreto de sus contertulios, pretende estatizar los servicios públicos y limitar la propiedad privada y la libre empresa. Sus anuncios semanales generan pánico económico, disparan la devaluación del peso, incrementan la polarización y aumentan los índices de emigración, como quedó registrado la semana pasada. Apelando al llamado “estado de opinión”, decidió convocar a la gente a la calle para defender sus reformas, pero fueron más concurridas las marchas en su contra.

Con su discurso ‘veintejuliero’, buscará convertirse en mártir para tener la excusa de convocar una constituyente que le garantice la continuidad de su proyecto político. Lo de mártir no es un giro retórico. Para quienes lo conocen bien no es un secreto que la figura histórica que Petro siempre ha querido emular, no es Hugo Chávez, sino Jorge Eliécer Gaitán, quien también fue alcalde de Bogotá, fue obligado a abandonar el cargo y su asesinato ocasionó el Bogotazo. Si se leen en detalle los documentos desclasificados del gobierno americano que reposan en el Archivo Nacional en Washington, las preocupaciones de los estadounidenses con Gaitán antes de su asesinato no eran porque lo consideraran un comunista agazapado, sino una ficha del fascismo.

Este experimento socialista parece no tener reversa. Pero si actuamos con inteligencia emocional, evitamos la provocación y construimos alianzas políticas para vencerlos en las próximas elecciones, aún estamos a tiempo de ponerle el freno a esta ruleta rusa-cubano-venezolana llamada Gustavo Petro.

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