La matemática del dictador
Mucha gente se pregunta, ¿y si queda Petro qué? Algunos consideran que, de ganar Petro, las cosas no van a ser tan graves. A pesar de su nefasto track récord como alcalde de Bogotá y lo explícito que ha sido con sus amenazas, no creen que el país termine como Venezuela, que vaya a nacionalizar las industrias, que prohibirá la extracción minero-energética, que acabará con las finanzas estatales o destruirá la economía. Argumentan que no intentará expropiar la propiedad privada -sino democratizarla- o menoscabar y restringir las libertades individuales. Menos aún, que pueda atentar contra la democracia colombiana, cerrar el Congreso, desconocer los fallos judiciales o convocar una constituyente para buscar perpetuarse en el poder. Pero como dicen las abuelas, “a la gente hay que creerle”, más cuando se trata de ególatras con ansias de poder.
Lo triste es que un grupo importante de votantes y líderes de opinión está convencido que Petro es la mejor opción para reencaminar el proceso de paz de Santos, ese que Duque “quiso hacer trizas” por instrucción de Uribe. Quien logrará legalizar la droga con el apoyo del Nobel y los Galán, y negociará acuerdos de convivencia con los narcos y el crimen organizado para disminuir los delitos y generar un espejismo de paz. Para este grupo de soñadores, quitarles a los ricos para devolverle a los pobres -y desnarcotizar a Colombia como amenaza Diosdado-, será su justificación para transformar al país.
Lamento despertarlos de su sueño de hadas. Si algo quedó demostrado en estas últimas semanas, es que ‘en el mundo según Petro’ solo existe un escenario posible: tomarse el poder. Tristemente, las malas mañas no se quitan. Consciente que le falta el centavo para el peso, lleva varios meses insistiendo en una narrativa de fraude electoral al mejor estilo Trump, Bolsonaro o López Obrador, como trató de hacerlo hace cuatro años. Lo peor es que dos de sus máximos contradictores, Uribe y Pastrana -y ahora también el Registrador-, se montaron a la montaña ruso-petrista comprando la tesis de fraude electoral. Y los medios que hoy hacen eco a sus denuncias espurias, entiendan que, en un eventual gobierno suyo, serán los primeros en pasar al patíbulo, porque si algo detesta un dictadorzuelo más que a un rico del Chicó, es a los llamados periodistas ‘independientes’. Por eso, si somos tan ingenuos de comprar la narrativa de fraude electoral que nos llevan tratando de embutir por meses los señores Petro y Cepeda, pues nos merecemos el futuro que nos depara como nación.
Entiendan que para ‘el señor de las bolsas’, la matemática electoral es la misma que utilizan Putin, Kim Jong-un, Maduro, los Castro y Ortega, para ganar elecciones. Para ellos el único resultado válido es el propio. Siempre ganan con 99% de los votos sin importar quién vote. Cuando los números no les dan, alegan fraude y sacan votos del sombrero para autoproclamarse vencedores.
Para este pichón de dictador, su proyecto de país es el único que cuenta. Su narrativa es la que tienen que registrar los medios. Su matemática -no la de Baldor sino la de Cepeda- le sumará el número de votos que necesita. Y sus ingenuos votantes, aprendan la lección, pues la van a necesitar para vender Frunas en las calles de Quito.