Analistas 31/07/2025

La pobreza persiste en hogares rurales con jefatura femenina

El Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, publicó la semana pasada las cifras de pobreza monetaria para 2024. Si bien los resultados señalaron reducciones significativas de la pobreza, las brechas aún persisten.

Existen dos conceptos relevantes para medir la pobreza: la pobreza monetaria (P) y la pobreza monetaria extrema (PE). La primera abarca a todos los colombianos que mensualmente tienen ingresos iguales o inferiores a la línea de pobreza monetaria, aquel umbral que garantiza alimentación, vivienda y otros artículos de primera necesidad (correspondiente a $460.198). Por otro lado, la PE comprende a los colombianos que mensualmente reciben ingresos equivalentes o inferiores a la línea de pobreza monetaria extrema, es decir el monto mínimo que garantiza el consumo de subsistencia diario, de 2.100 calorías (equivalente a $227.220). Como lo esclarecen las cifras nacionales, entre 2023 y 2024 aproximadamente 1.267.000 colombianos salieron de la P y 420.000 superaron la PE.

Gráfico LR

El tono agridulce recae en la divergencia de la incidencia de la P y PE entre las mujeres y los hombres, agravado por zonas urbanas y rurales. Los hogares en cabeza de mujeres incurrieron un 40% más en la P y 80% más en la PE en comparación de hogares a cargo de hombres en zonas urbanas. En cuanto a las proporciones en zonas rurales, los hogares en cabeza de mujeres recayeron un 20% y 40% más en la P y PE, respectivamente, relativo a los hogares con jefatura masculina. Como si lo anterior fuera poco, los hogares con jefatura femenina en zonas rurales fueron 40% más pobres que su equivalente en zonas urbanas. Finalmente, con estridencia se recibe la cifra de que los hogares rurales con jefatura femenina incurrieron en un 120% más en la PE que los hogares urbanos a cargo de mujeres.

Las divergencias anteriores son consecuencia, principalmente, de los problemas estructurales del mercado laboral colombiano. No es desconocida la dificultad que enfrentan las mujeres para acceder al mercado laboral, bien sea por sesgos propios o por paradigmas sociales, la predominancia del trabajo doméstico y cuidado no remunerado a cargo de las mujeres, así como las altas tasas de subocupación de estas y la prevalencia del trabajo agrícola mayoritariamente a cargo de los hombres. Estas dificultades se traducen en barreras para recibir ingresos y salir de la pobreza.

En definitiva, la disminución de la P y PE trae consigo buenas nuevas y resalta la necesidad de mantener políticas encaminadas a la erradicación de la pobreza. Sin embargo, los resultados reflejan algunos matices, particularmente en poblaciones vulnerables, donde las mujeres rurales hacen parte de este grupo.

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