Al igual que como sucede con empresas como Rappi, Uber, Airbnb o Netflix, que han venido abanderando el posicionamiento de modelos de negocio disruptivos en varias de las principales economías, la industria del cannabis encara actualmente el desafío de impulsar una actividad productiva totalmente ajena a la tradición global de productos de origen agrícola.
Este hecho, que a primera vista podría asumirse como un simple proceso de adaptación a marcos regulatorios no conocidos, supone adelantar de manera simultánea labores comerciales, técnicas, de inversión, pedagógicas, de investigación científica e, incluso, de cocreación normativa, para consolidar la operación de todas las compañías que componen a este sector.
Todas estas tareas, que además se dan en medio del conocido ‘valle de la muerte’ -primeros cinco años de existencia empresarial, en los que de acuerdo con cifras de Confecámaras solo sobrevive cerca de 30% de los nuevos emprendimientos en Colombia-, hacen de este proyecto una apuesta que exige el máximo rigor y el mayor grado de calidad posible para que pueda materializarse.
Ahora bien, dado el enfoque medicinal que tiene esta industria en el país, y considerando la urgencia que tiene el mercado este año por empezar a generar ingresos, la sensibilización de todos los actores que integran el sistema nacional de salud sobre los beneficios del cannabis se hace determinante. En la medida en que más pacientes y profesionales de la salud se familiaricen con las cualidades de los productos a base de cannabinoides para tratar diferentes condiciones médicas, las empresas podrán capitalizar esta potencial demanda, mientras se le garantiza a los usuarios el acceso a nuevas alternativas de tratamientos.
Y es que las propiedades de los cannabionides, adicional a los efectos probados sobre enfermedades como: la epilepsia, los trastornos depresivos, el autismo, la esclerosis múltiple, la osteoporosis, el Parkinson, el alzhéimer, el síndrome de estrés postraumático, y los estados terminales, por citar algunos ejemplos, tienen un impacto directo en la reducción de los costos actuales de tratamientos médicos que asumen tanto entidades gubernamentales como consumidores.
Dicho esto, es importante destacar que la actividad productiva del cannabis medicinal, como industria que se está abriendo camino en Colombia y a nivel internacional, depende de la articulación de todas las instituciones afines para generar consciencia sobre el valor agregado que representa la inclusión de productos con cannabis en la cadena de servicios de salud en el país.
El cannabis no solo tiene la capacidad de contribuir al crecimiento socioeconómico de la nación, también tiene un inmenso potencial para aliviar la infraestructura médica local y reducir los gastos de acceso a medicamentos de alta calidad.
Más allá de la sensible necesidad empresarial por percibir el retorno de las inversiones desplegadas en el país, Colombia está ante una ventana histórica de sumar a su aparato productivo un rubro que la apalanque como referente internacional.
El arte de abrir camino es de cierta forma el arte de saber aprovechar las oportunidades; y esta oportunidad está ante su punto de inflexión, con Colombia lista para atravesarlo con éxito.