Últimamente la filosofía ha estado recibiendo mucho palo en el universo tuitero colombiano. El gobierno nombró a una filósofa como ministra de Minas y Energía y, cada vez que dice alguna barbaridad, cosa que pasa muy seguido. La gente repite “claro, ese es el resultado de nombrar una filósofa en un Ministerio tan importante”.
Les confieso que esos comentarios me generan sentimientos encontrados. Por un lado, las ideas que tiene la ministra dan pena ajena, y serían chistosas sino vinieran del funcionario que define la política de un sector que representa más de la mitad de las exportaciones del país. Pero por otro lado a mi siempre me ha gustado la filosofía, y que le echen la culpa de semejantes barbaridades me parece injusto. Por eso decidí utilizar este espacio que generosamente me da La República para que charlemos sobre ella, y sobre los filósofos más relevantes, así “charladito” o, más bien, “sabrosito”.
El término filosofía viene del griego amor al conocimiento y es básicamente el estudio sistemático y racional de los aspectos más básicos de la existencia, sin apelar a algún ser superior. Como nos recuerda Fernando Savater, "Lo propio de la filosofía es que se plantea temas que conciernen a todo el mundo en todas las épocas", y en este sentido es siempre necesaria” y sigue "La muerte, la justicia, la belleza, el tiempo, la verdad o la libertad son asuntos que le interesan a todo el mundo; y más todavía en la juventud. Son preguntas casi risibles, que dejan de interesar con la edad y que se hacen los niños, los locos y los borrachos".
Comencemos por Platón. Platón nació en el 425 AC de una familia aristocrática y armó un sistema de pensamiento que tenía como preguntas fundamentales: ¿Cuál es realidad de nuestro conocimiento?, ¿cómo podemos estar seguros de que lo que vemos y percibimos con nuestros sentidos es real?
Para responder esa pregunta, Platón imagina a un grupo de prisioneros que se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro, y los prisioneros ven las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los cuales son manipulados por otras personas que pasan por detrás. Los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos.
Más adelante, uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a ascender. Después, el hombre sale. Ahí el prisionero liberado entra en contacto con el mundo de las ideas, el mundo superior platónico donde todo es real, perfecto y eterno.
Platón divide la realidad en dos mundos. El mundo sensible en que estamos la mayoría de los seres humanos víctimas de nuestras limitaciones y viendo solo sombras imperfectas de una realidad que solo pueden acceder los iluminados. Los que estamos en la caverna creemos que lo que vemos y percibimos es real, pero al final es una copia temporal y defectuosa del mundo perfecto que es el mundo verdadero, al que él llama el Mundo de las ideas.
Para los platónicos, lo que percibimos por nuestros sentidos no es válido y hay un mundo allá afuera que no conocemos, que es más puro, eterno y bello y es menester de los filósofos abrirnos los ojos para acceder a este por medio de la educación y la política. Pues, para Platón, solo el que tienen acceso a ese mundo real tienen capacidad de gobernar.
Todo esto suena muy bello, excepto cuando nos intentan traer “a la brava” el mundo perfecto al mundo sensible. Como decía el filósofo Karl Popper “el intento de instaurar el cielo sobre la tierra produce siempre el infierno”.
De ahí salen los fanatismos religiosos, el mundo perfecto comunista sin clases sociales o un mundo donde todos volvamos a ser cazadores-recolectores viviendo como nómadas, pero felices porque estaremos en armonía con el medio ambiente, generando energía limpia y renovable. Ese es su mundo perfecto: todos pobres e ignorantes pero felices con nuestra neutralidad de carbono
Ese es el problema con la ministra. No es que sea filósofa, sino que se tomó a Platón muy en serio y el problema de este tipo de gente es que cuando ven la “luz” fuera de la caverna, les queda gustando y no quieren ver otra cosa. De pronto es mejor que repase a Aristóteles o al mismo Popper, le haría muy bien.