El ruido de los ángeles al caer
Importantes líderes políticos y economistas han recomendado no dejarse llevar ni por “timideces” ni por “ortodoxias” en estos momentos. Sin embargo, sería un error echar por la borda los pilares de la estabilidad económica conseguidos en los últimos treinta años.
La recuperación sería más lenta y difícil y la reacción del mercado aumentaría los costos de endeudamiento cuándo este es más necesario. Esto ocurriría si el país se convierte en un “ángel caído”, cómo se denomina a los gobiernos y empresas que pierden el grado de inversión y pasan a ser catalogados de alto riesgo crediticio.
Las calificadoras de riesgo cumplen un papel fundamental, aunque por algunos considerado antipático, en la arquitectura financiera internacional. Su labor consiste en estudiar la capacidad que tienen gobiernos y empresas de cumplir con sus compromisos de pago de deuda.
Para esto emplean diferentes técnicas cuantitativas y cualitativas que resumen en una calificación, que describe su evaluación actual de las condiciones de calidad crediticia, y en una perspectiva, que resume hacia dónde sus proyecciones indican podría cambiar la calificación. Sus recomendaciones son seguidas por gestores de portafolio de miles de millones de dólares en todo el mundo.
El Gobierno tiene una calificación que lo ubica en el nivel más bajo antes de perder grado de inversión para dos de las tres más importantes calificadoras, ambas con perspectiva negativa. Un estudio reciente publicado por la unidad de análisis de crédito soberano de Bank of America-Merrill Lynch, describe los costos asociados con convertirse en un ángel caído. El mercado de deuda soberana anticipa al menos un año el momento de la primera degradación a una calificación de deuda de alto riesgo, encareciendo el costo de endeudamiento cerca de un punto porcentual por encima de los países comparables que mantienen el grado de inversión y no están en riesgo de perderlo.
Durante el año posterior a la pérdida de grado de inversión por parte de la primera calificadora, el costo del endeudamiento externo para los gobiernos aumentó en promedio 2,3 puntos porcentuales, y este encarecimiento se mantuvo en los años posteriores.
Ecopetrol, empresas prestadoras de servicios públicos domiciliarios, proyectos de alianzas público privadas, así como empresas que pertenecen al sector financiero que actualmente cuentan con acceso al mercado de deuda internacional, también verían perjudicada su calificación crediticia perdiendo su grado de inversión junto al gobierno. Para la deuda externa, pública y privada, un encarecimiento generalizado en los costos de endeudamiento de dos puntos porcentuales significa un aumento en pago de intereses de más de tres mil millones de dólares.
Pero no solo el costo de financiamiento externo aumenta. Un estudio reciente del Emisor encuentra que las tasas de interés de la deuda interna han caído y la oferta de crédito ha crecido, debido al aumento de la participación de inversionistas internacionales en el mercado de deuda local. Esta participación pasó de menos de 5% del total de la deuda pública local a promediar 25% en meses recientes.
Brasil, uno de los ángeles caídos más importantes entre los países emergentes, cayó a la mitad la participación de inversionistas extranjeros en su mercado de deuda pública local, con los efectos esperados sobre el costo financiero.
Mantener el grado de inversión parece difícil por el deterioro fiscal y el descalabro en el crecimiento, pero la buena noticia es que las calificadoras de riesgo han dado un margen de espera. En sus decisiones recientes recalcan que delinear un plan que asegure aumentar el recaudo y disminuir el nivel de endeudamiento una vez superada la coyuntura actual, sería suficiente para estabilizar la perspectiva. Propuestas audaces como: eliminar exenciones y subsidios diferenciados; o aumentar la base de contribuyentes del impuesto al patrimonio y de bienes con IVA seguramente volverán a ser debatidas en un futuro cercano.