El cambio climático es un tema obligado dentro de la agenda de los grandes líderes mundiales. Desde Trump hasta Xi Jinping, pasando por el papa Francisco, se han referido de algún modo sobre este espinoso tema, a favor o en contra, para marcar las políticas de sus estados o para llamar la atención de sus seguidores.
Entre la comunidad científica no existe pleno consenso sobre el origen antropogénico del cambio climático. Sin embargo, esto no niega la aparición de fenómenos climáticos que marcan un cambio en lo que consideramos como comportamiento normal del planeta. Dichos cambios exigen adaptación no solo en la infraestructura, sino también, en el ámbito social, económico y ambiental.
Tan sensible es el tema que, de acuerdo con un estudio periodístico realizado por The New York Times, la percepción que la sociedad tiene sobre el futuro por el cambio climático, incide negativamente en la decisión de tener hijos.
Colombia no es ajena a esta realidad. Más aún, presenta una alta vulnerabilidad a los fenómenos asociados al cambio climático por sus condiciones geográficas y ambientales. Solo por citar un ejemplo, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Banco Interamericano de Desarrollo, el fenómeno de la Niña que azotó al país a finales de 2010 y principios de 2011, dejó cerca de 3,2 millones de personas afectadas y pérdidas económicas estimadas en los $11,2 billones.
El aumento del nivel del mar es una de las consecuencias inmediatas del cambio climático. Se estima que el nivel medio global del mar ha aumentado a una tasa aproximada de 3 mm/año desde 1993. Esto significa que, si no tomamos medidas pronto que mitiguen la emisión de los gases de efecto invernadero, la geografía costera se verá inevitablemente modificada y con ella, toda la población que se asienta en estas zonas.
Quizás para alguien desprevenido, hablar de un crecimiento de 3 mm/año del nivel del mar pueda parecer insignificante, pero nuestro planeta es un sistema delicado y cambios en estas variables traen grandes consecuencias. No hay que olvidar que los océanos cubren más de 70% de la superficie de nuestro planeta, por lo tanto, hablar de ellos es hablar de la estabilidad de la vida en la Tierra.
Su dinámica incide en todo el planeta, aun cuando estemos lejos de la costa, pues regulan el clima global. Pensemos, por ejemplo, en algo que nos es cercano: Cartagena de Indias. Si el nivel del mar sigue creciendo a este ritmo, el patrimonio histórico de esta ciudad y el sector turístico están en peligro porque el agua invadirá cada vez más las zonas costeras. Por esto mismo, ecosistemas frágiles como la ciénaga de la Virgen y los manglares también están en peligro.
Frente a este panorama solo quedan dos opciones: adaptarse o morir. Se debe actuar con sentido de urgencia, buscando disminuir las causas del calentamiento global y afrontar los cambios en la geografía costera.