La constitución perdida
Una de las cuestiones más alarmantes de los sucesos que han tenido lugar en Chile es el avance sostenido y aplastante que ha tenido la izquierda extrema durante años. No queda más que admirarla por su tenacidad y total convicción ideológica, pues fueron esas características -además de la total falta de escrúpulos para engañar y promover la violencia- las que le permitieron imponer su agenda a un país completo.
La centroizquierda fue arrasada por esta ola de superioridad moral que ella misma alguna vez sintió en su juventud y que la llevó a guardar silencio transando todo lo que había construido con la concertación. La centroderecha no lo hizo mejor y a estas alturas es un lugar común decir que no defender su ideario fue lo que la arruinó. Prefirió dejarse llevar por ideas populistas o social cristianas, e intelectuales resentidos e ignorantes en asuntos económicos que buscaban resucitar una entelequia de solidaridad nacional totalmente imaginaria, mientras fustigaba a las élites.
Así, lo que más se vio por años en medios de comunicación, foros académicos y políticos, matinales, etcétera, fue la idea de que Chile era un infierno de desigualdad, una sociedad miserable donde sólo unos pocos se habían beneficiado abusando del resto, producto de un modelo “neoliberal” deshumanizante y egoísta. Fue de esa derecha de la que salió el concepto del “Estado solidario” que ahora abraza la izquierda.
Ahora la Convención Constituyente plasmará la total derrota de los principios de la libertad. Y no puede ser diferente. De partida, la mayoría de sus miembros -más de 2/3 probablemente- son de izquierda en diversos grados. En segundo lugar, el clima político nacional, con el triunfo político e ideológico aplastante de la izquierda dura, hará totalmente impopular oponerse a las propuestas de ese sector.
Será muy fácil arrinconar, de cara a la opinión pública, a los moderados y a la derecha cuando se opongan a ellas. Esto será peor aun si un Jadue se perfila como presidencial con alta popularidad, y ni hablar si resulta electo. En ese caso, una constitución de tipo chavista será casi una certeza. Un Lavín, Rincón o Provoste no cambiarían demasiado el escenario.
A todo esto debe agregarse la posible aparición de las camisas pardas de la izquierda, grupos violentistas que amedrentarán a los miembros de la convención que no se cuadren con el proyecto radical. La constitución, entonces, está perdida. La única alternativa que va quedando es que se rechace en el referéndum de salida. Pero para ello la campaña comunicacional para informar y movilizar a la ciudadanía debe comenzar hoy y de manera masiva. La baja participación electoral reciente abre una puerta de esperanza, pues refleja que para la mayoría la constitución no es una prioridad.
Pero si esa misma mayoría entiende lo que una constitución chavista podría significar para Chile, tal vez se movilice y, dando una nueva sorpresa en esta teleserie, opte por rechazarla. Esto es poco probable, pero no imposible. Para que ocurra, sin embargo, la derecha deberá unirse en torno a un solo discurso y quienes corresponda deberán financiar la campaña comunicacional. Todavía se puede impedir lo peor. La pregunta es si la derecha y la gente más razonable de la centroizquierda estarán dispuestas, aunque sea por esta única vez, a jugársela por sus ideas para salvar al país.