Profetas del resentimiento
La expresión del título es del recientemente fallecido profesor de Yale, Harold Bloom, quien la utilizó para referirse a un grupo de pensadores de inspiración marxista que buscaban promover una actitud de odio en contra de la excelencia en la literatura occidental.
Referentes del posmodernismo como Foucault o Derrida, afirmó Bloom, se encontraban animados por una profunda rabia en contra de las jerarquías que situaban a Shakespeare, Cervantes o Tolstoi en la cima del canon literario, pues, en su visión, estas jerarquías generaban una desigualdad opresiva e injusta respecto a los escritores que simplemente no se ajustaban a los estándares aceptados en el área.
Para estos profetas del resentimiento, nada había de superior en la obra de Shakespeare, la que se consideraba mejor solo porque servía intereses de cierta clase y raza. Como consecuencia de su igualitarismo primitivo, los posmodernos, que se presentaban como portadores de una moral revolucionaria, se propusieron demoler las bases de la literatura -y la civilización- occidental.
Dado que su agenda era una de poder, su desprecio por la verdad fue absoluto, al punto de negar que esta existiera, y su obra, llena de patrañas y absurdos disfrazados de seriedad académica. Los profetas del resentimiento, por supuesto, pertenecen a una escuela que excede con creces el mundo de la cultura. Los medios de comunicación, las universidades y partidos políticos chilenos se encuentran plagados de estos activistas, cuya agenda de poder los lleva igualmente a despreciar la verdad para, en su lugar, cultivar engaños insidiosos mediante un discurso plagado de patrañas y puramente emotivo en el que ellos mismos se presentan como los portadores de una moralidad superior.
Desde sus posiciones de privilegio, financiadas en muchos casos por los grandes grupos económicos de este país, estos profetas del resentimiento nacionales han jugado un rol decisivo en la degeneración populista que corroe nuestra institucionalidad.
A algunos podrá llamarles la atención el hecho de que estos activistas que, entre otras cosas, fustigan a las “tres comunas”, pertenezcan al 1%-2% de mayores ingresos de Chile y que vivan en comunas equivalentes, pero lo cierto es que los agitadores revolucionarios fueron siempre burgueses “privilegiados” con un fuerte problema de hipocresía y narcisismo moral.
Es más, el socialismo, el credo del resentimiento por excelencia, jamás fue, como observó Hayek, obra de las masas, sino de élites que lo cultivaron y difundieron infectando la sociedad completa, en muchos casos llevándola al colapso. No debe olvidarse tampoco que en el pasado diversos movimientos revolucionarios encontraron gente de dinero que los solventara. Chávez, sin ir muy lejos, fue apoyado por buena parte de la clase empresarial venezolana, al igual que Fidel Castro por la cubana.
En nuestro país está por verse si alguno de los Mesías que ya se avizoran logrará acabar definitivamente con el orden de jerarquías “injusto” y “desigual” que nos rige. Lo que resulta claro es que los profetas del resentimiento llevan años preparando las condiciones ambientales para su llegada.