¿Transición Energética?
Desde la Conferencia de Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo, realizada en Río de Janeiro en 1992, emanaron una serie de medidas ambientales y energéticas para todos los países del mundo de manera diferenciada de acuerdo al grado de responsabilidad de las naciones en la problemática climática mundial.
Una de las consecuencias de este espacio fue la creación de ministerios de ambiente y la presentación de programas gubernamentales acompañados del adjetivo sustentable, adjetivo que solo sirvió como acompañante de todo aquello que quería pasarse por amigable con el ambiente pero que poco tenía que ver con minimizar el daño ambiental.
A partir de ese momento, las energías renovables experimentaron un mayor auge entre los países del hemisferio norte. El poderío alemán, danés y español sobre el desarrollo tecnológico de turbinas eólicas y paneles solares dio paso a desarrollos estadounidenses y japonés que, diez años después de empezar el nuevo siglo, se desvanecieran ante la robustez tecnológica china.
Esta trayectoria nos indica que desde 1992 se está hablando de la inserción de las energías renovable en las matrices energéticas de los países. La primera fase de lo que podría denominarse la trayectoria político-tecnológica de las energías renovables se denominó «diversificación de la matriz eléctrica».
Todos los documentos de gobierno mencionaban el nuevo término como si se tratara de estrenar un objeto nuevo, ¿qué quedó para el mundo y en particular para Colombia de tal diversificación? La inserción del gas natural en la generación eléctrica, el sector transporte y la industria de productos.
Esto trajo sus pros y sus contras, pero definitivamente, fueron más los aspectos positivos porque el transporte público pudo acceder a un combustible menos costoso y una porción del sector industrial pasó a un combustible menos contaminante y con mayor poder calorífico para impulsar los procesos productivos.
En la segunda fase de esta trayectoria, solo se habló de mitigación y adaptación de los sistemas tecnológicos frente al problema del incremento de temperatura en el planeta, incluso, se incorporaron términos de la ecología al sector eléctrico para hacer parecer que algo se estaba haciendo; en ese momento fue cuando empezamos a escuchar que los sistemas energéticos debían ser resilientes, término bastante inapropiado para referirse a cables, torres y equipos energéticos cuando la resiliencia está en los ingenieros y técnicos que día a día se la juegan para mantener la confiabilidad de los sistemas que dinamizan la economía del país y quienes son desdeñados cada tanto tiempo por los diferentes gobiernos que no saben cómo se genera un kilovatio hora, ni como se extrae un barril de petróleo y mucho menos un pie cúbico de gas natural.
¿Qué obtuvo Colombia de la mitigación y adaptación? Algunas iniciativas legislativas que promovieron el programa de ahorro y eficiencia energética, posteriormente, reformas tributarias que incentivaron las mezclas de biocombustibles en la gasolina y el diésel y, finalmente, un par de leyes que promueven tímidamente las energías renovables en Colombia.
En la fase en la que nos encontramos en este momento, se habla de transición energética, como si se tratara de un juego de palabras para presentar algo más sofisticado que lo que se venía haciendo anteriormente. ¿Qué es la transición energética? ¿Incluir fuentes de energía menos dañinas en las matrices energéticas? Eso es diversificación y se está llevando a cabo desde finales de la década de 1980; ¿ofrecer condiciones para que la población use las fuentes de energía directamente sin intermediarios? Eso, más que justicia es asequibilidad, y es la razón de ser de los sistemas de generación distribuida que existen desde antes de iniciar este siglo; ¿reducir las emisiones de partículas y gases de dióxido de carbono equivalente? Eso es consecuencia del uso de tecnologías que usan fuentes de energía renovable y de otras como las que capturan carbono. ¿Dinamizar la economía popular? Eso es posible siempre que las personas crean que la economía popular las va a sacar de la marginación socioeconómica en la que se encuentran, cuando la economía popular dignifique y no sea el resultado del rebusque por la falta de empleo.
¿Fomentar la solidaridad del sector privado para que desarrollen proyectos energéticos con menores impactos negativos sociales y ambientales? Para eso están los esquemas de obras por impuestos y la responsabilidad social empresarial, medidas que ya han sido iniciadas por otros gobiernos y que requieren ser fortalecidas y profundizadas para alcanzar mayor impacto.
Escucho con espasmo los discursos alrededor de la transición energética con sus adjetivos y siento algo de tristeza. La tendencia que se observa a partir del balance energético colombiano para el sector eléctrico insinúa que desde 1992 y hasta finalizar este gobierno, el incremento de las energías renovables, sin contar las grandes centrales hidroeléctricas, será poco significativo.
Para lograr una diversificación decidida en el sector eléctrico y en el de hidrocarburos es necesario consolidar y presentar un documento de política pública, que surja del conocimiento técnico comprometido genuinamente con la satisfacción de las necesidades populares trascendiendo el discurso, que plasme la responsabilidad del Estado que otrora se criticó por no cumplir su función social a cabalidad y que se apoye en decisiones que no diluyan el compromiso con el cambio.