“Solo para los próximos cuatro años, las entidades [BID y DNP] estiman que las pérdidas podrían ser iguales a las del Fenómeno de la Niña que se presentó entre 2010 y 2011, es decir, más de $8 billones”, dice el informe “Impactos económicos del cambio climático en Colombia”, es decir, un punto completo del PIB si se agrega al efecto de los eventos drásticos, cuya ocurrencia es certera así su periodicidad no. El Fondo Adaptación, creado para responder a estos últimos, está invirtiendo poco más de $ 9 billones en acciones de prevención, mitigación y adaptación, lo que demuestra que la economía ambiental está creciendo en el país, forzada por los acontecimientos: ¡el “paro natural” no es negociable!
Indudablemente que reparar el daño ambiental acumulado por décadas requiere gigantescas inversiones en todo el mundo, suponiendo que sea técnicamente factible. En el sistema de mercado, ese daño se afronta con inversiones que son financieramente aceptables solamente si los efectos deletéreos del deterioro son superiores a los costos de oportunidad de las actividades económicas, incluso aunque no se hayan producido en el mismo sector. Ello justifica las alianzas de industriales, por ejemplo, donde se crean bolsas comunes para garantizar mayor efectividad en las medidas de mitigación o adaptación. El resto del costo ambiental del deterioro se asume de dos maneras: con inversiones a cargo del presupuesto público o, si este no alcanza, con pobreza y pérdida de bienestar. Este último aspecto tiene una obvia derivación social que es la que mueve la ecología política: la distribución de los impactos ambientales no ha sido ni es justa ni equitativa, y ello alimenta una agenda ética y operativa que se comenzó a dibujar hace unas décadas y que, en algunos países bastó para dar vida a partidos verdes o movimientos sociales de gran calado. Ante las evidencias del deterioro creciente, es indudable que si esta economía ambiental no evoluciona rápidamente con equidad, la protesta será cada vez más dura y los conflictos asociados, más costosos.
La formulación del actual Plan de Desarrollo prevé una era de “crecimiento verde”, es decir, un periodo de transición económica en el que los capitales públicos y privados, aún guiados por lógicas de mercado, reconozcan y afronten con eficiencia de Pareto los desequilibrios entre la demanda y la oferta de calidad ambiental, de manera que permitan ubicar recursos en las actividades de restauración, descontaminación y recuperación de la seguridad ecológica del país. Eso es bueno, y si bien poco sabemos de los costos de transacción de esas inversiones o del marco institucional que las debe ejecutar, innovaciones como el Fondo Adaptación dan buenas pistas. Pero el deterioro ambiental no se equilibrará solamente así: los procesos emergentes desencadenados por las actividades humanas solo aparecen tímidamente en las cuentas de las empresas aseguradoras, que desde ya se declaran incapaces de asumir los múltiples riesgos del cambio global. No basta, por tanto, desarrollar la capacidad financiera de compensar y reconstruir, pues monetizar las economías naturales es imposible: el valor total de los servicios ecosistémicos globales es varias veces superior al total de las economías humanas, con toda la imprecisión y absurdos que pueda implicar un ejercicio como tal. La “economía verde” tiene ese horizonte y por eso es solo transicional, y su crecimiento asociado solo puede interpretarse como un ajuste paulatino del PIB a las realidades ecológicas del mundo.
Preocupa por otra parte la herencia de clientelismo con que en el pasado se trataban las emergencias climáticas o ambientales de manera cínicamente populista, o la corrupción rampante que hacía ver una foto de una hectárea plantada de árboles como el resultado de programas multimillonarios de reforestación. Hoy en día nadie sabe dónde están esos bosques que llevamos plantando décadas…
Se lleva a cabo en Costa Rica a partir de hoy la séptima reunión de la “Ecosystem Services Partnership”, una iniciativa académica global para analizar las políticas e instrumentos económicos del cambio ambiental. Colombia se vinculó a la ESP hace tres años y hoy coordina su capítulo latinoamericano, por lo que invito a seguir el programa a través de su página web: http://www.espconference.org/ESP_Conference.
La economía mundial converge progresivamente con la ecología planetaria, pueda ser que el tiempo de ambas se sincronice a tiempo para que el caos climático no nos borre…