Analistas 12/09/2023

Especies invasoras alienígenas

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Siempre se pueden hacer juegos de palabras en medio de los procesos de hibridación y apropiación del lenguaje, juegos que enriquecen la comunicación intercultural y la evolución.

Los alienígenas hicieron su aparición hace poco en el castellano, porque antes hablábamos de los marcianos como los extraterrestres naturales. En filosofía y en sicología hay alienación, que se volvió alineación en los chistes, aunque hay gente que cree en los países alienados.

Y hay cooptación y hay abducción, esa especie de succión que se practica desde naves intergalácticas para implantar dispositivos y embriones en los terrícolas, sin consulta previa, devolviéndoles obnubilados pero con buenas historias. A veces.

La inmunología reconoce que hay infecciones en múltiples escalas, que algunas de ellas evolucionaron de manera virtuosa (por ejemplo, la célula moderna o eucariota habría sido colonizada por lo que hoy reconocemos como su núcleo y por otros organelos, como la misma mitocondria), y que otras se convirtieron en retos recurrentes de las relaciones entre especies o entidades orgánicas, como los microorganismos que conviven en paz en nuestro cuerpo hasta que se constituyen en gripas leves o graves peligros cuando logran traspasar sus barreras arancelarias.

También la ecología reconoce otras entidades infecciosas en la cultura, como los memes, los “jingles”, los lemas y otras entidades lingüísticas que anidan en los panfletos (“¿Agua o petróleo?” dice uno de los más recientes), en las canciones o en la literatura, generalmente como resultado de intervenciones de mercadeo basadas en el mismo principio de las pestes: hacer que la gente de contagie.

Hay infecciones más complejas, las ideologías, que afectan instituciones y producen estereotipos, pústulas que ofuscan el pensamiento y la libertad de expresión, habiendo vacuna: una mezcla ciencia y arte inoculada en la educación.

Los hipopótamos, las tilapias y el pez basa, en Colombia, la langostilla en los humedales de todo el planeta, y los perros y gatos ferales representan graves infecciones ecológicas, que además se acompañan de nociones simbólicas simplistas como la pretendida defensa de la vida de algunos animalistas, que adoptarían la tuberculosis con ternura si tuviese orejitas.

La semana pasada la Ipbes publicó los resultados de la primera evaluación global de especies invasoras introducidas (alien invasive species), donde recalca la gravedad de la situación planetaria en relación con el desgreño con que han sido manejadas, las inmensas pérdidas financieras causadas y, peor, su impacto letal en la biodiversidad, es decir, en la misma vida que pretenden defender.

Sin duda los hipopótamos podrían integrarse a las dinámicas de los ecosistemas colombianos, creando de paso nuevas entidades, impredecibles. Tendrán mucho éxito, a cambio de expulsar o amenazar la vida y actividades de los pescadores del Magdalena medio, para no hablar de un potencial apocalipsis amazónico de la mano de algún “mafioconservacionista”; ya ocurrió una vez.

Los protectores de la fauna y flora que proviene de otras latitudes y nos infectan se comportan igual que los defensores de los alienígenas y los platillos voladores, que solo son caricaturas inofensivas, pero cuando pasa en el Congreso de la República, no es tan gracioso.

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